A todos nos gusta escuchar música. Unos la necesitan como el respirar,
acompañándoles durante todo el día; otros buscan únicamente pequeños
momentos en los que sólo ciertas melodías pueden aportarles algo que
no encuentran de otra manera. Porque la música tiene esa capacidad de
atracción. Pero, ¿acaso tiene otros efectos en las personas?
Claro está que hay unos patrones generales que influyen sobre el estado de
ánimo. Por ejemplo, los timbres agudos tienden a excitar más que los graves,
por una cuestión puramente física: las células que reciben las vibraciones
sonoras y que transmiten el sonido a través del nervio auditivo están agrupadas
más densamente en el área receptora de los sonidos agudos, por lo que estos
son más susceptibles de excitar que relajar, ya que la cantidad de impulsos
nerviosos que llegan al córtex es mayor.
De hecho, nuestro rango auditivo (de 20 a 20.000 hertzios) está más preparado para captar sonidos de rango medio y alto por el hecho de que las amenazas animales tienen esas frecuencias, al igual que los llantos de los bebés y la frecuencia de la voz humana. Los tonos graves se asocian con animales grandes y personas con mayor tamaño que nosotros, ergo amenazadoras. Por eso, inconscientemente, una persona tiende a obedecer a una voz más grave que a una más aguda.
De esta forma, los diferentes elementos que componen la música (armonía,
ritmo, melodía, timbre, frecuencia, intensidad, volumen) se combinan de
manera tal que pueden lograr cambios en distintos aspectos como el estado de
ánimo o la ansiedad; influyendo en el rítmo cardíaco, la frecuencia respiratoria,
la tensión arterial, provocando cambios en el metabolismo y estimulando el
Tálamo y la corteza (lo que permite el contacto a través de la música con
pacientes que carecen de expresión verbal a causa de un episodio autista,
alucinatorio o depresivo).
Es por ello que la música es susceptible de ser utilizada como terapia, con
el objeto de atender necesidades físicas, emocionales, sociales y cognitivas.
Este tipo de tratamientos se denomina musicoterapia, y entre otras cosas
ayuda a desarrollar:
• El lenguaje y la comunicación: ya que mejora la inteligibilidad del habla.
• La Motricidad: ya que promueve la coordinación psicomotora
• El bienestar personal y social: ya que favorece el desarrollo de
sentimientos de autoestima y autonomía.
Por tanto, la población que puede beneficiarse del uso de la musicoterapia
es amplia, y abarca múltiples patologías y situaciones tales como: el Alzheimer,
abusos de sustancias, abusos sexuales, reducción del estrés y del dolor,
problemas en el lenguaje, problemas visuales, problemas auditivos, así como
personas con trastornos alimenticios, internos de centros penitenciarios, el
autismo, la esquizofrenia, el Síndrome de Down y un largo etc.
Por ejemplo, en cuanto al Síndrome de Down se refiere, son pacientes que
presentan dificultades en la coordinación motora, la comunicación y los hábitos
de autonomía personal, entre otros.
En este sentido, con la musicoterapia se han observado mejoras en cuanto
a la expresividad corporal, la autonomía, la atención, el control de impulsos, y
el contacto con el resto del grupo. Esto último, a su vez, implica una mejora en
la expresión de sentimientos, que conlleva un aumento de la autoestima. Todo
ello implica, cómo no, una mejora en la calidad de vida.
En relación a los pacientes con trastorno alimentario, estos presentan
bloqueo emocional, aislamiento y baja autoestima. El tratamiento con
musicoterapia favorece las relaciones en grupo y el aumento de la autoestima,
a la par que proporciona medios no verbales de comunicación, ya que los
sonidos y la música son una vía para la expresión de sentimientos.
Por otra parte, los internos en instituciones penitenciarias, sobre todo las
mujeres, presentan como característica predominante el individualismo. Es por
ello por lo que tienden a ser hostiles, presentando relaciones de conveniencia
que no son duraderas en el tiempo.
En este sentido, la musicoterapia fomenta la integración y el desarrollo de
relaciones interpersonales, reduce el estrés que presentan al estar privadas de
libertad y aumenta la motivación, al darles la posibilidad de elegir dentro de la
terapia el estilo de música que más les gustan.
En cuanto a los pacientes con esquizofrenia, presentan síntomas positivos
(como por ejemplo, las alucinaciones), y síntomas negativos. Estos últimos
son especialmente relevantes a la hora de tener un buen funcionamiento
psicosocial, y están relacionados con la indiferencia, el aplanamiento afectivo,
la abulia (que es ausencia de fuerza de voluntad que incluye incapacidad para
tomar iniciativas propias), y una falta general de interés, entre otros; todos
ellos, por tanto, implican una interacción social deficiente.
Así, la música como terapia puede ser especialmente eficaz para mejorar
dichos síntomas negativos, ya que les ayuda a tener mayor confianza en los
otros y en sí mismos, encontrando sentido de permanencia al grupo y fomenta
la motivación.
Finalmente, los individuos con trastorno del espectro autista presentan
una ausencia de “la teoría de la mente”, por la cual la falta de percepción y
comprensión de los sentimientos, creencias o emociones de otras personas
resulta en una incapacidad para responder de forma adecuada a las demandas
de otros. Este hecho tiene un impacto particular sobre las habilidades sociales,
dificultando la interacción social. Asimismo, muestran un comportamiento
obsesivo y una imaginación limitada.
En este ámbito, las técnicas en musicoterapia incluyen la improvisación
libre y estructurada, y escuchar música, la cuál contiene una estructura rítmica,
melódica, armónica y dinámica que, aplicada sistemática y hábilmente, en
general es un elemento esencial para estos niños a la hora de darles seguridad
y confianza. Asimismo, ciertos comportamientos comunicativos necesarios,
como la atención conjunta, el contacto visual y la sucesión de turnos, son
eventos característicos en la composición musical activa y compartida. Siendo
todo ello fundamental a la hora de facilitar la interacción social.
¿Sabías que…?
• El nivel de hormonas del estrés en sangre baja de forma importante al
escuchar música relajante, y en algunos casos elimina la necesidad de
medicamentos. Estudios demuestran que los enfermos que oyen música
tranquilizadora durante quince minutos necesitan menos dosis de sedantes
y menos anestesia para operaciones muy dolorosas.
• La mayoría de los recién nacidos pueden hacer discriminaciones sonoras
sobre la base de numerosos parámetros acústicos, particularmente
intensidad y frecuencia. Sonidos de baja frecuencia ejercen un mayor efecto
tranquilizador sobre el llanto que los sonidos de frecuencias más altas.
Cualquier sonido calma más que ningún sonido.
De hecho, el ruido blanco (en el vídeo) suele calmar a los bebés. Este ruido es una mezcla de todas las frecuencias audibles de grave a agudo emitidas a la vez. Si prestamos atención al ruido del vídeo, es muy similar al del mar o al de una cascada. Nos relajan precisamente por esto.
• La música despierta áreas del cerebro relacionadas con la atención, la
memoria y la predicción de eventos.
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