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17 de diciembre de 2009

Desde la Antártida: Elefantes marinos

Jueves, 17 de diciembre de 2009

Desde la Antártida: Elefantes marinos


16 de diciembre de 2009. Ayer estuvimos viendo los primeros polluelos de pingüinos adelia en la colonia de la Isla Humble. Pero el momento solemne de la rotura del cascarón quedó grabado en mi cámara con el ruido de trasfondo de un eructo francamente obsceno. Ofendida, me volví a mirar a las focas elefante descomunales plantadas en medio de la colonia. Durante la hora y media en que estuvimos arrobados viendo pingüinos bebé, los ruidos estomacales, colorectales y bucales de los colosos mamíferos de 4 metros de largo fueron la música del momento. Los olores, a la par.

No sé bien en qué etapa de su vida están, pero la piel se les está pelando ya y sus ojos son rojos como si tuvieran un caso de alergia eterna. Uno es un macho joven con apenas un asomo de la legendaria nariz que da el nombre a su especie; la otra parece ser la novia de turno.

Aquí en la Península Antártida, además de los icebergs, las rocas y los pingüinos, el elemento más común del paisaje son los elefantes marinos. Parecen bultos enormes inmóviles, del mismo color del musgo que cubre las piedras, entre verde oliva y café claro. A veces se juntan tales cantidades de ellos que desde lejos parecen una cadena montañosa. Sólo cuando algunos extienden la cola festoneada o levantan la cabeza se puede adivinar su presencia. Aquí en Palmer en esta época no hay nadie estudiándolos. Pero hay una pequeña estación de campo más lejos dedicada a ellos, donde los siguen por satélite y hacen el mismo tipo de observaciones que los biólogos de los pingüinos.

Existen dos especies de elefantes marinos, el del norte y el del sur. Los del norte están en las costas frente a California. Los del sur viven en aguas subantárticas y antárticas, que son siempre ricas en calamares y peces. Por lo general vienen a pasar sus inviernos aquí; por eso, como ahora es verano, hay menos de ellas que en julio. Son masas de carne brutalmente poderosas de hasta 4.000 kilos. Defienden sus harenes (de 40 ó 50 hembras) y territorios con agresivos despliegues que con frecuencia son sangrientos combates cuerpo a cuerpo. Cada año las hembras dan a luz a una sola cría, después de un embarazo de 9 meses. Anteriormente las focas elefantes eran cazadas por su grasa rica en aceites. Pero esta es una especie para la cual las protecciones legales parecen haber funcionado.

Siempre me asombra la capacidad de buceo de todos los animales de esta zona. Las focas elefante, por ejemplo, pueden aguantar la respiración por 120 minutos, más que cualquier otro mamífero marino no cetáceo. Y son capaces de inmersiones de hasta 1.550 metros, aunque lo normal es que recorran unos 600 metros durante una hora. Esto es porque tienen una gigantesca cantidad de células rojas en su sangre, acumuladas en sacos especiales en su estómago.

El otro día escuché unos sonidos extrañísimos debajo del agua, que rebotaban en los témpanos y salían a la superficie. Parecían algo hecho por un sintetizador, o por un motorcillo de alta frecuencia que iba y venía. Ese día no había llevado el micrófono submarino, así que lo único que tengo es el recuerdo en la memoria. Las cantantes resultaron ser dos focas leopardo llamándose una a la otra. Los biólogos que estaban allí ese día dicen no haber escuchado esta llamada antes. Lo cierto es que los pinípedos (focas y leones marinos) son capaces de sonidos extraordinarios. Así, las focas wedell producen un silbido que comienza en alta frecuencia como un silbato continuado, que va bajando y convirtiéndose en un bum, bum, bum en baja frecuencia.

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Muy Interesante
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