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1 de julio de 2008

El 90% de las especies de insectos aún están por descubrir

Personajes: Gonzalo Giribet, Biólogo especialista en filogenómica

El 90% de las especies de insectos aún están por descubrir




En el ordenador portátil del biólogo Gonzalo Giribet conviven nombres tan conocidos como Amy Winehouse -cuya música digitalizada suele escuchar- con otros mucho menos populares, como onicóforos, ctenóforos y quinorrincos... No, no son grupos de rock, sino conjuntos de especies animales poco estudiadas a las que un equipo de los mejores zoólogos internacionales, coordinado por él, ha buscado durante los últimos años por todo el mundo, para estudiar su genoma y que éste desvele su posición exacta en el árbol genealógico de la vida animal. El resultado es un estudio que ha merecido la portada de la revista Nature, en el que, por primera vez, se aportan datos genómicos sobre 11 filos (la subdivisión taxonómica fundamental dentro del reino animal, por encima de clases y especies). Giribet (Burgos, 1970) es en la actualidad profesor en la Universidad de Harvard (EE UU).



Pregunta. ¿Conocemos a los animales o todavía no?

Respuesta. Los desconocemos en una proporción enorme. Los biólogos no damos abasto. La fauna microscópica del suelo y de los mares es la más ignorada: algunos colegas calculan que el 90% de las especies de insectos aún está por descubrir. Hay lugares del mundo, sobre todo zonas tropicales donde la vida es exuberante, en las que casi cada especie minúscula que encontramos es nueva. Tenemos miles para describir.

P. ¿También el árbol genealógico animal está por fijar?

R. Nos hemos centrado en el área donde se encuentra la mayor parte de la diversidad animal, los protóstomos, y hemos resuelto las relaciones de parentesco de algunos de los grupos más conocidos. Por ejemplo, no sabíamos cuál era el grupo hermano de los artrópodos, que es el más abundante con un 85% de las especies. Existían muchas hipótesis, pero ninguna definitiva. Ahora hemos resuelto, sin lugar a la ambigüedad, que los hermanos de los artrópodos son los onicóforos, unos seres que en los mares de la época cámbrica, hace 600 millones de años, eran muy importantes pero que hoy resultan muy poco frecuentes.

P. ¿Cómo son?

R. Han dejado de habitar en el mar. Parecen gusanos o babosas, pero no lo son, tienen patas y son capaces de cazar insectos con una especie de glándulas de sustancia pegajosa. Abundan en Oceanía, Centroamérica, Suráfrica y Chile. Se da una circunstancia singular: de los 35 filos animales que hay aproximadamente en la naturaleza, el de los onicóforos es el único en el que todas sus especies son terrestres.

P. ¿De este nuevo árbol de la vida saldrán cambios en la visión sobre la evolución animal?

R. Hemos obtenido un resultado muy interesante que se refiere a las formas de vida que están en la base del árbol. Hasta ahora se postulaba que eran las esponjas, pero todos nuestros resultados muestran que el grupo animal más primitivo, hermano del resto de los metazoos, no son ellas, sino los ctenóforos. Éstos son también animales marinos, de hábitats generalmente pelágicos, similares a las medusas, y se distinguen por tener siempre ocho hileras de cilios que al vibrar crean colores iridiscentes. Esta nueva posición que proponemos para los ctenóforos en el árbol va contra todo dogma de la filogenia animal; mucha gente aún no se lo cree.

P. ¿El parentesco de los moluscos ha sido también un quebradero de cabeza?

R. Había muchas dudas sobre si los moluscos son monofiléticos, es decir, si todas sus especies comparten un ancestro, porque muestran una variedad enorme entre sí. Pero hemos podido confirmar que todas tienen una ascendencia común.

P. Para definir estas relaciones ustedes han usado técnicas genómicas. ¿En qué consisten?

R. Es la forma más actual de construir los árboles genealógicos de las especies. Antes la filogenia se construía a través de los caracteres morfológicos de los animales; hace un par de décadas se produjo el primer cambio al incorporarse los datos moleculares, utilizando las secuencias de unos pocos genes. Ahora, con la filogenómica, usamos fracciones importantes de sus genomas para distinguir a las especies, aunque no necesariamente el genoma completo. Es un método muy distinto del anterior, ya que en vez de elegir previamente los genes, secuenciamos el genoma un poco a ciegas, tomando todos los genes que están siendo expresados en un organismo en un momento dado.

P. ¿Y qué ventaja tiene?

R. Nos permite obtener librerías genómicas y amplificar muchísimos genes. Nuestra estrategia es rápida y barata, y cada vez va a serlo más. La ciencia avanza muy rápido. Para el estudio ahora publicado necesitábamos amplificar genomas de animales clonando el ARN mensajero [previa conversión en ADN] de cada uno en 3.000 bacterias. Ahora ya tenemos una nueva tecnología y no necesitamos clonar: hacemos la extracción de ARN enriquecido y lo mandamos a secuenciar directamente. Así vamos a obtener no miles, sino centenares de miles de secuencias.

P. ¿Cuál ha sido la parte más difícil de su trabajo?

R. Conseguir los animales vivos y preservarlos para extraerles su ARN, que es muy inestable, o sacárselo in situ. Esto nos ha obligado a ir por todo el mundo para encontrar los animales más interesantes que necesitábamos, un gran esfuerzo del que mucha gente ni se da cuenta. Hablamos de animales muy pequeños, algunos microscópicos de sólo 200 micras, como los quinorrincos. Para obtener estos bichos, un laboratorio entero de Hawai tuvo que buscarlos en sedimentos a 50 metros de profundidad y luego separaron los ejemplares uno por uno, hasta tener los 3.000 a los que hicieron extracciones de ARN. Por fortuna hemos contado entre nuestros colaboradores con algunos de los mejores zoólogos, como el danés Reinhardt Kristensen, que es el único biólogo que tiene el récord de describir él solo tres nuevos filos animales.

Fuente:

El País - Sociedad
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