El cerebro distingue mejor los matices de un instrumento si está familiarizado con él.
Una investigación realizada por la Universidad de Arkansas en Estados Unidos ha puesto de manifiesto que el oído musical se desarrolla con la experiencia, la práctica y la formación, por lo que no puede establecerse que sea una herencia genética. La investigación comprobó que el cerebro humano distingue mejor los matices y las características de la música de un instrumento determinado, si el que escucha está familiarizado con dicho instrumento. La genética no tiene nada que ver con esta habilidad, que se desarrolla con la experiencia. Los resultados de esta investigación contrastan con otro estudio anterior que había demostrado que el cerebro de personas no expertas en música es capaz de identificar los procesos musicales más básicos, es decir, que existe cierto innatismo musical en el ser humano.
Por Yaiza Martínez.
El oído musical se desarrolla con la experiencia, la práctica y la formación, es decir, que no es una herencia genética, señala un estudio reciente realizado por la investigadora especialista en procesos de conocimiento musical, Elizabeth Margulis, de la Universidad de Arkansas, en Estados Unidos.
Margulis, en colaboración con Patrick C.M. Wong, de la Northwestern University, realizó exploraciones de resonancia magnética de los cerebros de un grupo de participantes mientras éstos escuchaban música, con el fin de examinar las respuestas neuronales a dicha música, informa la Universidad de Arkansas en un comunicado.
Según publica la revista especializada Human Brain Mapping dos grupos de expertos, uno de violinistas y otro de flautistas, escucharon extractos musicales de partituras de Bach interpretadas con flauta o violín mientras eran medidas sus respuestas cerebrales hemodinámicas con imágenes de resonancia magnética.
Neurofisiología variable
El diseño experimental de los investigadores permitió el estudio de la neurofisiología de los participantes tanto cuando éstos escuchaban las partituras interpretadas con el instrumento que ellos mismos tocaban, como cuando dichas partituras eran interpretadas con el otro instrumento. Se descubrió así que los músicos mostraban respuestas neurológicas más amplias y complejas cuando la música era interpretada por su propio instrumento que cuando ésta era interpretada con otros.
Estudios anteriores habían comparado las respuestas del cerebro de músicos con las de los cerebros de personas que no conocían la música, dejando abierta la posibilidad de la predisposición genética como explicación a las diferencias en dichas respuestas.
Según Margulis, contrastando dos subgrupos de intérpretes se ha demostrado que esta predisposición genética es menos probable que el hecho de que las habilidades se hayan desarrollado gracias al aprendizaje y el esfuerzo.
Si la sensibilidad neuronal a la música estuviera relacionada con un talento musical innato, independientemente del instrumento que se toque, los escáneres cerebrales habrían registrado una activación de las redes neuronales similar ante cualquier tipo de música, publica NewScientist.
Pero, por el contrario, los músicos mostraron respuestas neuronales significativamente distintas dependiendo del instrumento que interpretara la partitura, y en relación con su propia preparación musical.
Enseñanza activa y neuroplasticidad
Así, cuando los violinistas escucharon la música del violín y los flautistas la de la flauta, se activaron en sus cerebros muchas más áreas, relacionadas con el sentido del yo, el control motor, y la supresión de movimientos no deseados.
Según los autores de la investigación, se detectó una extensiva red cerebral implicada, relacionada con una sensibilidad aumentada a la sintaxis musical, al timbre, y a las interacciones sonido-motor cuando los músicos escuchaban el instrumento con el que estaban más familiarizados.
Tal y como explicó Margulis, los músicos mostraron una red específica de respuestas a la música que ellos mismos han experimentado. El hecho de que la experiencia concreta incluya la producción del sonido, y no sólo el escucharlo, y la necesidad de valorarlo, hace que los músicos estén más capacitados para evaluar la calidad de las interpretaciones de su propio instrumento.
Algunas de las actividades cerebrales sugieren además que los participantes en el experimento pueden detectar diferencias más sutiles cuando escuchan música interpretada con el instrumento en que ellos están especializados.
Por otro lado, el descubrimiento tendría implicaciones en la forma en que se enseña y se ejecuta la música. Según Margulis, para la enseñanza de la música la experiencia musical necesitaría ser quizá más activa y menos pasiva –no ser sólo escuchada-. De esta forma, la música podría conectarse en el proceso de aprendizaje con otros dominios de actividad.
Habilidades básicas innatas
En definitiva, el estudio apunta a la experiencia musical como un mecanismo de plasticidad neuro-perceptual, que implicaría un afinamiento neuronal.
Los resultados de esta investigación contrastan con los de otro estudio realizado el año pasado por especialistas estadounidenses y canadienses que señaló que los individuos no expertos en música sí tienen una capacidad innata de ditinguir ciertos procesos musicales, al menos los más básicos, como el comienzo y el fin de un episodio musical o las transiciones melódicas. Asimismo, estos investigadores aseguran que cualquiera puede segmentar y desentrañar la información auditiva que recibe.
La investigación definió con precisión las regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de la música, como el lóbulo frontal, lo que llevó a los científicos a apuntar que la comprensión de la música, al igual que la del lenguaje, es innata en el ser humano. Los resultados de este estudio fueron publicados en agosto de 2007 por la revista especializada Neuron.
Fuente:
Tendencias 21