- Cuanto más se demoraba la resolución del conflicto, más se propagaba el VIH.
- Los enfermos de sida deben viajar a las ciudades para recibir sus cuidados.
Las mujeres caminan para recoger su ración de comida en el este de Uganda. (Foto: Reuters)
La etnia acholi del norte de Uganda no sepulta a sus muertos en cementerios. Los muertos son enterrados directamente allí donde vive la gente.
Cecilia Amge dispuso las tumbas de su hijo y su hija en el pequeño terreno que queda libre entre sus dos chozas. Su hijo fue asesinado hace más de 10 años por rebeldes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA). Su hija murió el año pasado a causa del sida.
El país está volviendo lentamente a la paz después de 20 años de guerra civil. La población del norte ugandés espera que la paz les traiga otro nivel de vida. Pero a la vez deben lidiar con las consecuencias de la pandemia de sida.
Tras la muerte de Betty, la hija de Amge, seis de sus nietos se mudaron a su casa. "Nadie me ayuda a criar a los niños. No tengo dinero para comprarles comida o pagar los gastos escolares", declara la mujer de 63 años. Su cabello luce entrecano, lleva un vestido negro con lunares blancos que en algunos lados está roto. "Dependo de su capacidad de resistencia. Ellos deben sembrar y vender maíz y mandioca para que podamos sobrevivir".
Esta historia se repite con frecuencia en África. La veloz propagación del sida hizo desaparecer a toda una generación. Falta el grupo más productivo de la sociedad, sólo quedaron los abuelos que deben cuidar de sus nietos.
Pero la situación en una región conflictiva como el norte de Uganda es todavía peor. Recientemente ha retornado a parámetros más pacíficos, pero en las dos décadas de guerra civil murieron decenas de miles de personas y hubo más de un millón de desplazados. Cuanto más se demoraba el conflicto en esta región pobre, tanto más se diseminaba el sida.
Poco conocimiento
El distrito de Gulu, donde viven Amge y sus nietos en dos chozas con techo de paja, registra una de las tasas más altas de infección del país. "Si eres un refugiado de la guerra, dispones de un ingreso escaso. Encima llega el sida y para entonces ya no te puedes cuidarte a ti mismo. Esto es terrible", afirma Grace Okello. Ella trabaja en un proyecto para combatir el sida de la organización de ayuda World Vision.
Los enfermos de sida deben viajar a las ciudades porque en los pueblos no reciben ayuda, señala Okello. Los campamentos de refugiados son descuidados al extremo, informa la Organización Internacional sobre Migración. En la decena de campamentos de la región no hay ningún asesoramiento sobre sida, ni análisis para detectar VIH ni posibilidad de obtener un tratamiento, denuncia un informe actual del organismo.
La lucha de Uganda contra el sida es considerada un ejemplo para África porque la tasa de infección se pudo reducir a nivel nacional un 6,7%. Pero en el norte es más alta y llega a un 8,2%.
La gente todavía no es consciente de la amenaza del sida. En el campo de refugiados de Awer, el portavoz del lugar, Benjamin Obalim, de 76 años admite: "No tengo idea del sida, no le puedo explicar a nadie".
Más ayuda
Desde que la situación de la seguridad mejoró, el número de los programas de difusión aumentó. En un centro de formación profesional en la ciudad de Gulu decenas de alumnos aprenden a reparar autos y soldar portales. Y cada viernes por la mañana dejan sus herramientas para aprender más acerca del sida.
"Aquí había una deficiencia muy grande en instrucción. La guerra dejó a muchas personas fuera de carrera, pero ahora podemos aportar algo a los jóvenes y educarlos", declara el director del centro, Robert Kilama.
Los nietos de Amge dicen que se informaron acerca del sida a través de la radio. La muerte de su madre fue hace un año y ahora empiezan a asumirla. Pero a su vez se preocupan por su seguridad. El LRA y el Ejército retomaron el mes pasado las conversaciones de paz. El alto el fuego fue acordado en agosto.
Los habitantes del norte de Uganda esperan impacientes los resultados de las negociaciones. Esporádicamente se registran nuevos ataques en la región. "Mi hijo fue asesinado. Luego murió mi hija", dice Amge, que desea un futuro en paz para sus nietos. "Ellos son todo lo que tengo", concluye.
Fuente:
Diario El Mundo