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30 de mayo de 2007

¡Pongan sangre en su motor! (II)

¿Proponer una moratoria sobre los biocarburantes vegetales?


Los carburantes vegetales no son “bios”: provienen de plantas cultivadas con toda la artillería pesada de la agroquímica y de los pesticidas. Los términos “biodisel”, “bioetanol” y “ biocarburante” han pasado en un tiempo record en el lenguaje común, gracias a una enorme propaganda mediática. Estos carburantes vegetales se obtienen gracias a procesos de extracción industrial muy complejos. El término “bio” significa “vida”. Se ve difícilmente lo que permitiría a estos carburantes vegetales merecer el prefijo bio. Acaso ¿se habla de biotrigo, o de biotomate o de biomaíz?

Estamos aquí en el corazón de un gigantesco fraude semántico. Más bien, se tendría que hablar de “necrodisel”, de “necrocarburante” y de “necroetanol”. Necro significa muerte y solamente este prefijo puede calificar los aspectos técnicos, ecológicos y humanos de esta siniestra broma.

Los carburantes vegetales no son verdes, más bien serían rojos, del color de la sangre. Van a incrementar la inmensa tragedia de la malnutrición, de la muerte por el hambre, de la miseria social, del desarraigo de poblaciones, de la deforestación, de la erosión de los suelos, de la desertificación, de la falta de agua, etc.

Los grandes grupos petroleros que se unieron a los grandes grupos del agroalimenticio, a los grandes grupos de la agroquímica y a los grandes grupos semilleros para empujar esta grotesca broma, intentan tranquilizar al ciudadano pretendiendo que los carburantes vegetales no representan “ninguna competencia para las industrias alimenticias”. En la soporífica serie “tchou-tchou”, la Aficar (Agencia Francesa de Información y Comunicación Agrícola y Rural) lanzó en febrero 2007 el “Tren de la tierra” con el ineludible vagón sobre los carburantes verdes. La Aficar debe “promover
una imagen positiva, dinámica e innovadora de la agricultura” según el ministro Bussereau, y debe tranquilizar los ciudadanos sobre la calidad de los productos agrícolas. Lo que no es una tarea sencilla, sobre todo cuando el mismo ciudadano descubre la obra apasionante de Nicolino y de Veillerette: “Pesticidas: revelaciones sobre un escándalo francés”.

¿Quiénes serán los valerosos periodistas dispuestas a redactar la obra: “Carburantes verdes: revelaciones sobre un escándalo mundial”?
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