Vivió en África hace 29 millones de años.
MADRID.- El antepasado más antiguo de los monos, los simios y los humanos vivió en el norte de África hace la friolera de 29 millones de años, tenía un cerebro más pequeño de lo que hasta ahora se pensaba y la diferencia en el tamaño de ambos sexos era muy grande, lo que se relaciona con un tipo de estructura social en el que convivían en el mismo grupo varios machos y hembras. Todo ello ha podido averiguarse gracias al estudio de un cráneo de la especie Aegyptopithecus zeuxis, realizado por investigadores de la Universidad de Duke.
El cráneo, el segundo que aparece de este extinto animal y el más completo, fue encontrado en el año 2004 en la depresión de Fayum, una región en el centro de Egipto, pero ha sido ahora cuando el equipo dirigido por Elwyn Simons, de la División de Primates Fósiles de la universidad americana, ha identificado la especie utilizando el micro-escáner CT, una técnica de rayos X computerizada que sirve para calcular las dimensiones del cerebro una vez encajonado en un cráneo.
El primer cráneo A. zeuxis fue encontrado por Simons en 1966, también en Egipto, y por sus características y antigüedad (unos 30 millones de años y más) se considera el antepasado común de la familia Hominoidea (la de los simios y el ser humano) y la de los monos. Por lo que se ha logrado averiguar, se trataba de un animal que vivía en los árboles, aunque podía andar a cuatro patas en el suelo. En aquella época, el temprano Oligoceno, la desértica región de El Fayum era una auténtica selva tropical.
Este primer cráneo y otros fragmentos dieron origen a la hipótesis de que el cráneo de este antiquísimo mono habría tenido un cerebro grande en proporción a su cuerpo, lo que cuadraba con la teoría según la cual la evolución se relaciona con el aumento de este órgano.
Pocas neuronas
Sin embargo, Simons y sus colegas han encontrado ahora que es mucho más pequeño de lo que se pensaba (entre 20,5 y 21,8 centímetros cúbicos). "Esto significa que el gran cerebro de los monos y los simios se desarrolló más tarde", señalan los investigadores en sus conclusiones en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS). Tan significativo fue el cambio de tamaño que al principio pensaron que se trataba de una nueva especie.
Tras comparar los dos cráneos, ambos de ejemplares muy jóvenes, comprobaron que había un gran dimorfismo en la especie, es decir, que los machos doblaban en tamaño a las hembras. "Los primates diurnos modernos con grandes diferencias entre géneros forman manadas de multimachos y multihembras de unos 15 individuos. Luego el Aegyptopithecus debía tener un grupo social amplio que rechazaba a los no miembrros", afiman los paleontólogos de EEUU. Otra peculiaridad es que su corteza visual era de gran tamaño, lo que implica que tenían una visión muy aguda, "algo muy característico de los antropoides". Por su órbita ocular se sabe también que era un animal diurno.
Manuel Domínguez-Rodrigo, paleontólogo de la Universidad Complutense de Madrid que trabaja en la Garganta de Olduvai (Tanzania), destacaba ayer la importancia de estos hallazgos: "Es el antepasado común más antiguo de todos los monos, simios y humanos y este análisis ha detectado que los primates, en su origen no tenían un cerebro grande, sino que éste fue un desarrollo posterior, al margen de la adaptación a los árboles y al cálculo de las distancias. Hace 20 millones de años, ya había primates con grandes cerebros, luego algo debió de ocurrir y pudo ser el procesamiento de información que precisa el saltar de un árbol a otro", argumenta.
Su colega Jordi Agustí, investigador en el ICREA del Instituto de Paleoecología Humana de Tarragona, cree que Simons y sus colegas han dejado abiertas varias preguntas. "La especie tenía el lóbulo frontal pequeño y un cráneo que lo aproximan a los lemures, luego entre este grupo y sus sucesores (hace 23 millones de años) hay un vacío evolutivo y morfológico. Además, significa que los cerebros de los monos de Sudamérica y Africa aumentaron de forma independiente", asegura. Agustí también cree que algo pasó en el Mioceno para que el cerebro comenzara a crecer. "En Africa pudo ser el choque en la plataforma de Eurasia o un cambio en el clima, pero nos faltan fósiles de hace 28 millones para poder saberlo con certeza", concluye.
Fuente:El Mundo - Ciencia