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14 de febrero de 2020

Dopamina, el neurotransmisor que nos puede convertir en adictos al juego

Tomar riesgos es parte de la naturaleza humana. 

Ya sea jugando con una máquina tragamonedas o montando una patineta: todos los días hacemos algo que nos ofrece tanto un potencial de riesgo como recompensa.

Lo que nos motiva a asumir estos riesgos es la liberación de dopamina.


Esta sustancia química activa las mismas vías de recompensa placentera en nuestro cerebro que si disfrutáramos de nuestra comida favorita o tuviéramos relaciones sexuales.

Asumir riesgos puede ayudar a avanzar en la raza humana cuando fomenta el espíritu emprendedor, la innovación y una mayor creatividad.
 
Pero cuando el deseo de correr mayores riesgos acaba por causar daño, pueden surgir problemas.

Esto incluye la adicción al juego, que se estima que afecta hasta al 1% de la población, según el Real Colegio de Psiquiatras de Reino Unido.

Los últimos intentos por hacerle frente incluyen planes para prohibir las apuestas en internet con tarjetas de crédito y hacer que el tratamiento esté disponible más fácilmente.

¿Quiénes tienen problemas con el juego?

El juego extremo es reconocido como un trastorno por la Organización Mundial de la Salud.

La mayoría de personas pueden disfrutar haciendo una apuesta de vez en cuando, incluso si pierden algo de dinero.

Pero para algunos jugadores esto se convierte en un problema cuando las apuestas alteran o comprometen sus vidas y las de sus familias.

¿Por qué algunas personas tienen este problema?
 
El juego, junto con el uso de sustancias como las drogas y el alcohol e incluso otras actividades como ir de compras, puede convertirse en una adicción cuando su uso se vuelve compulsivo y se escapa de nuestro control.

Estas adicciones provienen de dos vías de recompensa separadas en el cerebro que afectan nuestro comportamiento: la de "gustar" y la de "necesitar o buscar algo". 

La primera describe el placer espontáneo de comer una galleta de chocolate. La segunda es nuestro deseo de comer una cuando vemos un paquete de galletas de chocolate en el supermercado.

Necesitar o buscar algo nos motiva, nos hace desear cosas y hacerlas repetidamente.

En pocas palabras, la adicción puede verse simplemente como un nuevo cableado de estos sistemas de recompensa en el cerebro.

Cuando las personas se vuelven adictas al juego o a las drogas, estos sistemas de "gustar" y "necesitar o buscar algo" ya no están entrelazados.

El de "necesitar" permanece constante, pero la sensación de que nos gusta lo que conseguimos se va reduciendo.

Así, la persona adicta necesita involucrarse más en la actividad o en la toma de sustancias para obtener el mismo placer que sentía antes. 

Lea el artículo completo en: BBC Mundo


15 de septiembre de 2012

Ludopatía del siglo XXI: Texas Hold´em

Los Estados Unidos de América llevan más de un siglo exportando tradiciones al resto de países del mundo, muchas de las cuales se acaban integrando en el marco sociocultural de aquellos que las asumen. Suele justificarse esta asunción de costumbres apelando a la poderosa industria del marketing americano que representa Hollywood, lo cual parte de un análisis simplista, parcialmente erróneo, que enmascara el pragmatismo, auténtica fuerza viva del condicionamiento ideológico en los comportamientos colectivos.

Tenemos que ser conscientes de que si Hollywood tuviese realmente una identidad institucional o un auténtico poder de adoctrinamiento orwelliano todos los lectores de este artículo celebraríamos la Navidad comiendo pavo relleno, y si bien es cierto que hay algún estrambótico caso en el que un ciudadano español ha intentado acogerse a la quinta enmienda, lo normal es que de todo lo que nos llega sólo nos quedemos con lo que nos conviene


Papa Noel, sin ir más lejos, es un buen ejemplo: lo más práctico es entregar los regalos al comienzo de las vacaciones navideñas, cuando aún se tienen todos esos días de vacaciones por delante, y no al final, cuando vienen Los Reyes Magos. Con Todos los Santos, Difuntos y Halloween tenemos más de lo mismo, en un país donde las cremaciones ya superan a los entierros y a los niños hay que entretenerlos como sea, la celebración pagana acaba conquistando nuestros corazones y, cómo no, nuestros bolsillos, y es aquí donde —¡oh, sorpresa!— el pragmatismo exportado a través de Holywood Market Place se traduce en consumismo.

A estas alturas de la película uno puede pensar que el póquer en su variante Texas Hold’em poco o nada tiene que ver en toda esta historia, pero nada más lejos de la realidad; aun cuando esta variante del póquer se juega con una baraja francesa, es un juego importado directamente de los Estados Unidos y que, dentro del mundo de los juegos de azar y de las apuestas, está, al igual que Papá Noel o Halloween, adquiriendo grandes cuotas de mercado. A nadie le sorprenderá, por tanto, a poco que hile con lo que venimos diciendo, que el Texas Hold’em es fácil de aprender, entretenido, accesible y consecuentemente adictivo.
Calculadora de probabilidades

Como ya comentamos en el artículo precedente la ruleta es un juego puramente de azar —o al menos lo es hasta ahora, ya que no hay ninguna estrategia ganadora que pase el tamiz del rigor matemático—. Sin embargo, en el póquer no sólo influyen las cartas que recibes para jugar: tan importantes como estas son la habilidad del jugador y sus conocimientos.

¿Y en qué consiste la habilidad que ha de tener el jugador de póquer? Pues básicamente hay que dominar tres aspectos importantes, a saber: conocer la probabilidad de ganar que tienen las cartas que te reparten en primera instancia, tener en cuenta cómo influye el turno de cada jugador a la hora de hacer las apuestas y, por último, jugar más o menos agresivamente dependiendo del perfil psicológico de cada rival y del momento de la partida en el que uno se encuentra. La habilidad del jugador de Póker en la toma de decisiones es capital.

El Texas Hold’em es la variedad de póquer más jugada en todo el mundo, tanto en el ámbito virtual como en casinos y timbas de todo tipo. Cada participante recibe dos cartas individuales que permanecerán ocultas a la vista de los demás. Para formar su juego definitivo cada jugador deberá combinar estas dos cartas con otras cinco que se van colocando, sucesivamente y boca arriba, en el centro de la mesa. El juego más alto posible se consigue eligiendo cinco del total de las siete cartas disponibles, siendo válida cualquiera de las combinaciones entre las cartas de la mano y de la mesa. El orden en el que se van repartiendo las cartas a cada jugador es el siguiente:

1. Cartas de bolsillo: se reparten dos a cada jugador.
2. Flop: se colocan en un solo acto tres de las cinco comunes.
3. Turn: se coloca la cuarta carta.
4. River: se coloca la quinta y última carta.

 

Bien, detengámonos en el inicio del juego, el momento en que nos reparten las dos primeras cartas, ya que es aquí donde tenemos que empezar a poner en práctica nuestros conocimientos —más que nuestras habilidades— para convertirnos en unos auténticos simuladores pre-flop.

Para entender este concepto debemos ser conscientes de que dependiendo de cuál sea el valor de nuestras cartas tendremos una probabilidad determinada. Si al comienzo tenemos pareja de ases es muy probable que ganemos la partida; por el contrario, si nuestra jugada la forman un dos y un tres de diferente palo lo mejor será que nos descartemos. Mientras aprendemos a jugar podremos utilizar una calculadora de probabilidades.


Sklansky Hand Groups. El valor más bajo representa la mejor combinación para comenzar una mano.

No hace falta decir que no es necesario conocer con precisión los porcentajes relativos a cada combinación sino aplicar el sentido común a la hora de analizar el valor relativo que tienen nuestras cartas.

Continuamos para repóquer, es decir, para póquer; en el Texas Hold’em se juega sin comodines. Ahora el turno de las posiciones. En esta variante del póquer se suele jugar en mesas de cuatro a diez jugadores. En torneos donde juegan cien jugadores o más se comienza en varias mesas que se irán reduciendo a medida que los jugadores que no han sido eliminados se vayan agrupando. Para evitar que un jugador sólo apueste cuando tenga buenas cartas y ralentice así el torneo, en cada ronda se colocan dos apuestas ciegas —una o más fichas por un valor determinado—, la grande o big blind y la chica o small blind, cuyo valor se va incrementando a lo largo del torneo de tal forma que en la fase final todos los jugadores acaban arriesgando por miedo a perder lo que tienen. Con estas apuestas ciegas la dinámica está asegurada.

 

En la mesa se distinguen tres tipos de posiciones, las tempranas (early), las medias (middle) y las últimas (late). Para adoptar una buena estrategia deberemos analizar nuestra jugada y la de nuestros oponentes en relación a las posiciones que ocupa cada uno. Es evidente que en las primeras posiciones contaremos con menos información que si ocupamos las últimas, por lo que la agresividad de nuestra jugada estará condicionada por este hecho.

Dealer o Button es probablemente la mejor de las posiciones, ya que seremos los últimos en entrar en la partida activamente, podremos observar cómo actúa el resto y, si no tenemos buenas cartas, retirarnos sin perder nada. Es una posición privilegiada para robar las ciegas. En el lado opuesto tenemos las posiciones iniciales, en éstas no podremos intuir qué cartas tiene el resto de jugadores; por ello, si aceptamos o subimos las ciegas, tendremos que llevar buena mano, lo que a su vez dará información al resto de la mesa. En las posiciones ciegas, al haber hecho la apuesta inicial lo más probable es que nos interese seguir en la partida sobre todo si nadie ha incrementado —raise— la apuesta. En las posiciones intermedias podremos jugar tanto como si estuviéramos al principio o al final de la mesa en relación a las ciegas y tomaremos nuestras decisiones en función de cómo hayan actuado los jugadores precedentes: si no van estaríamos en una posición inicial.

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