Los Estados Unidos de América llevan más
de un siglo exportando tradiciones al resto de países del mundo, muchas
de las cuales se acaban integrando en el marco sociocultural de
aquellos que las asumen. Suele justificarse esta asunción de costumbres
apelando a la poderosa industria del marketing americano que representa
Hollywood, lo cual parte de un análisis simplista, parcialmente erróneo,
que enmascara el pragmatismo, auténtica fuerza viva del condicionamiento ideológico en los comportamientos colectivos.
Tenemos que ser conscientes de que si
Hollywood tuviese realmente una identidad institucional o un auténtico
poder de adoctrinamiento orwelliano todos los lectores de este artículo
celebraríamos la Navidad comiendo pavo relleno, y si bien es cierto que
hay algún estrambótico caso en el que un ciudadano español ha intentado
acogerse a la quinta enmienda, lo normal es que de todo lo que nos llega sólo nos quedemos con lo que nos conviene
Papa Noel, sin
ir más lejos, es un buen ejemplo: lo más práctico es entregar los
regalos al comienzo de las vacaciones navideñas, cuando aún se tienen
todos esos días de vacaciones por delante, y no al final, cuando vienen
Los Reyes Magos. Con Todos los Santos, Difuntos y Halloween tenemos más
de lo mismo, en un país donde las cremaciones ya superan a los entierros
y a los niños hay que entretenerlos como sea, la celebración pagana
acaba conquistando nuestros corazones y, cómo no, nuestros bolsillos, y
es aquí donde —¡oh, sorpresa!— el pragmatismo exportado a través de
Holywood Market Place se traduce en consumismo.
A estas alturas de la película uno puede
pensar que el póquer en su variante Texas Hold’em poco o nada tiene que
ver en toda esta historia, pero nada más lejos de la realidad; aun
cuando esta variante del póquer se juega con una baraja francesa, es un
juego importado directamente de los Estados Unidos y que, dentro del
mundo de los juegos de azar y de las apuestas, está, al igual que Papá
Noel o Halloween, adquiriendo grandes cuotas de mercado. A nadie le
sorprenderá, por tanto, a poco que hile con lo que venimos diciendo, que
el Texas Hold’em es fácil de aprender, entretenido, accesible y
consecuentemente adictivo.
Calculadora de probabilidades
Como ya comentamos en el artículo precedente
la ruleta es un juego puramente de azar —o al menos lo es hasta ahora,
ya que no hay ninguna estrategia ganadora que pase el tamiz del rigor
matemático—. Sin embargo, en el póquer no sólo influyen las cartas que
recibes para jugar: tan importantes como estas son la habilidad del
jugador y sus conocimientos.
¿Y en qué consiste la habilidad que ha
de tener el jugador de póquer? Pues básicamente hay que dominar tres
aspectos importantes, a saber: conocer la probabilidad de ganar que
tienen las cartas que te reparten en primera instancia, tener en cuenta
cómo influye el turno de cada jugador a la hora de hacer las apuestas y,
por último, jugar más o menos agresivamente dependiendo del perfil
psicológico de cada rival y del momento de la partida en el que uno se
encuentra. La habilidad del jugador de Póker en la toma de decisiones es
capital.
El Texas Hold’em es la variedad de
póquer más jugada en todo el mundo, tanto en el ámbito virtual como en
casinos y timbas de todo tipo. Cada participante recibe dos cartas
individuales que permanecerán ocultas a la vista de los demás. Para
formar su juego definitivo cada jugador deberá combinar estas dos cartas
con otras cinco que se van colocando, sucesivamente y boca arriba, en
el centro de la mesa. El juego más alto posible se consigue eligiendo
cinco del total de las siete cartas disponibles, siendo válida
cualquiera de las combinaciones entre las cartas de la mano y de la
mesa. El orden en el que se van repartiendo las cartas a cada jugador es
el siguiente:
1. Cartas de bolsillo: se reparten dos a cada jugador.
2. Flop: se colocan en un solo acto tres de las cinco comunes.
3. Turn: se coloca la cuarta carta.
4. River: se coloca la quinta y última carta.
Bien, detengámonos en el inicio del
juego, el momento en que nos reparten las dos primeras cartas, ya que es
aquí donde tenemos que empezar a poner en práctica nuestros
conocimientos —más que nuestras habilidades— para convertirnos en unos
auténticos simuladores pre-flop.
Para entender este concepto debemos ser
conscientes de que dependiendo de cuál sea el valor de nuestras cartas
tendremos una probabilidad determinada. Si al comienzo tenemos pareja de
ases es muy probable que ganemos la partida; por el contrario, si
nuestra jugada la forman un dos y un tres de diferente palo lo mejor
será que nos descartemos. Mientras aprendemos a jugar podremos utilizar
una calculadora de probabilidades.
No hace falta decir que no es
necesario conocer con precisión los porcentajes relativos a cada
combinación sino aplicar el sentido común a la hora de analizar el valor
relativo que tienen nuestras cartas.
Continuamos para repóquer, es decir,
para póquer; en el Texas Hold’em se juega sin comodines. Ahora el turno
de las posiciones. En esta variante del póquer se suele jugar en mesas
de cuatro a diez jugadores. En torneos donde juegan cien jugadores o más
se comienza en varias mesas que se irán reduciendo a medida que los
jugadores que no han sido eliminados se vayan agrupando. Para evitar que
un jugador sólo apueste cuando tenga buenas cartas y ralentice así el
torneo, en cada ronda se colocan dos apuestas ciegas —una o más fichas
por un valor determinado—, la grande o big blind y la chica o small blind,
cuyo valor se va incrementando a lo largo del torneo de tal forma que
en la fase final todos los jugadores acaban arriesgando por miedo a
perder lo que tienen. Con estas apuestas ciegas la dinámica está
asegurada.
En la mesa se distinguen tres tipos de
posiciones, las tempranas (early), las medias (middle) y las últimas
(late). Para adoptar una buena estrategia deberemos analizar nuestra
jugada y la de nuestros oponentes en relación a las posiciones que ocupa
cada uno. Es evidente que en las primeras posiciones contaremos con
menos información que si ocupamos las últimas, por lo que la agresividad
de nuestra jugada estará condicionada por este hecho.
Dealer o Button es
probablemente la mejor de las posiciones, ya que seremos los últimos en
entrar en la partida activamente, podremos observar cómo actúa el resto
y, si no tenemos buenas cartas, retirarnos sin perder nada. Es una
posición privilegiada para robar las ciegas. En el lado opuesto tenemos
las posiciones iniciales, en éstas no podremos intuir qué cartas tiene
el resto de jugadores; por ello, si aceptamos o subimos las ciegas,
tendremos que llevar buena mano, lo que a su vez dará información al
resto de la mesa. En las posiciones ciegas, al haber hecho la
apuesta inicial lo más probable es que nos interese seguir en la partida
sobre todo si nadie ha incrementado —raise— la apuesta. En las
posiciones intermedias podremos jugar tanto como si estuviéramos al
principio o al final de la mesa en relación a las ciegas y tomaremos
nuestras decisiones en función de cómo hayan actuado los jugadores
precedentes: si no van estaríamos en una posición inicial.
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