Martes, 20 de julio de 2010
¿Cómo se suicidan las células?
Sí. Nuestras celulas se suicidan. Y tiene que ser así para que podamos seguir viviendo
El suicidio es algo extremadamente cotidiano en nuestro interior. Cada día, en cualquiera de nosotros, se produce el suicidio de alrededor de 10 mil millones de células. Esta elevada cantidad de muertes intencionadas no se debe, ni mucho menos, a una “conducta depresiva” de nuestras células, como si hubieran perdido la ilusión por vivir. Nada más lejos. La apoptosis o muerte celular programada (actualmente, hay cierta discusión sobre esta terminología) es un acto radical de altruismo, un sacrificio extremo por el bien común del resto de células y del que depende nuestra propia supervivencia.
De la misma manera que para que una especie se perpetúe van naciendo nuevos individuos y muriendo los más viejos y/o enfermos, en nuestro cuerpo las células más viejas y enfermas deciden quitarse voluntariamente de en medio para que la vida del organismo persista.
Así se suicida una célula
La apoptosis es un fenómeno celular regulado con extremo detalle. Todo comienza con una determinada señal, que puede aparecer en el interior de la célula o en el exterior. Aunque estas señales son muy diversas vamos a mencionar dos situaciones muy características:
-Una célula, tras haber vivido plenamente durante unos meses, ha acumulado tal cantidad de mutaciones en su ADN (causados por rayos ultravioletas, por ejemplo) que no es capaz de repararlos por sí misma. Ante tal circunstancia, la célula prefiere cortar por lo sano antes que funcionar mal y causar problemas a sus compañeras y al organismo en el que se encuentra y, así, decide entrar en apoptosis.
-Una célula está enfermita debido a la infección por un determinado virus. Una célula Natural Killer (literalmente, “asesina natural”) que anda haciendo su ronda de vigilancia por la zona se adhiere a la célula y se conecta con sus receptores, reconociendo el estado de infección de la célula e induciendo el comienzo de la apoptosis. Básicamente, “convence” a la célula de que se suicide, cosa no muy difícil, ya que muchas células tienen como lema “antes muerta que infectada”.
Cuando una célula inicia el proceso de apoptosis lo primero que hace es apartarse del resto de sus compañeras. Tras aislarse de las demás, la célula comienza a encogerse poco a poco y a formar pequeñas esferas o vesículas debido a la destrucción de su esqueleto (el citoesqueleto). Tanto los “órganos” de la célula (los orgánulos) y su ADN van empaquetándose progresivamente al tiempo que la célula se encoge.
En la siguiente fase, el ADN se termina fraccionando al igual que la membrana celular, dando lugar a una gran cantidad de pequeñas vesículas llamadas cuerpos apoptóticos que contienen todas las entrañas de la célula. Estas vesículas serán engullidas por otras células mediante la fagocitosis para limpiar el estropicio y, más tarde, para hacer una práctica labor de reciclaje: Los componentes de la célula suicida serán reutilizados por sus compañeras.
El suicidio celular se caracteriza por ser un fenómeno silencioso y limpio en el que se trata de alterar lo mínimo posible a las otras células de alrededor. Si una célula, por la razón que sea, expulsase su contenido al exterior provocaría daño al resto de células e inflamación por la liberación de enzimas dañinas. Por eso, en la apoptosis todo el contenido de las células queda perfectamente empaquetado y englobado en las vesículas, para que no salgan al exterior y puedan fagocitarse fácilmente y reaprovechar el contenido.
A continuación, podemos observar de forma simplificada el complejo proceso molecular que ocurre durante la apoptosis y cómo la célula va encogiéndose y dividiéndose en pequeñas vesículas: