A propósito de los vergonzosos audios del CNM, una exploración a la psicología de esos individuos que violan las leyes y los principios morales con tal de obtener poder, influencia, 10 o 1 millón de "verdecitos".
Hace 10 años, la psicóloga Susana Frisancho llevó a cabo un interesante estudio con un grupo de jueces peruanos.
Se reunió con cada uno de ellos por separado –eran 14, especializados y anticorrupción – y les presentó tres viñetas que contaban diferentes historias.
La primera historia era la de "María", la dueña de una lavandería, quien, como herramienta de marketing, prometía a sus clientes no mezclar su ropa con la de otros clientes. María sí la mezclaba, aunque solo ella y su equipo lo sabían.
La segunda, la del "juez Inga", quien para ascender a una plaza superior consignó en su hoja de vida maestrías y cursos que no había terminado y libros que no había escrito.
La tercera, la del "vocal Barriga", cuya sala emitía sentencias que habían sido preparadas previamente por grandes estudios de abogados.
La buena noticia fue que todos los jueces reconocieron que en los tres casos se incurría en transgresiones morales y aseguraron que ellos de ninguna manera las cometerían.
La mala, que la mayoría señaló que la razón por la que no las cometerían era evitar la vergüenza o la sanción que acarrearía ser descubiertos. Muy pocos indicaron que lo que les preocupaba era sentir culpa o vergüenza de sí mismo.
Indicio de psicopatía
Los vergonzosos audios del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) no solo han permitido destapar los mugrosos tratos que arreglan a escondidas las autoridades que se supone deben impartir justicia en el país, violando leyes y principios morales para obtener beneficios particulares.
Uno de los efectos más interesantes de estas revelaciones ha sido escuchar –como antes con los Petroaudios y los Vladivideos– el tono de esos acuerdos, la lógica que los conduce y el lenguaje con el que son expresados. Nos ha permitido atisbar, una vez más, en la mente de esa especie social no por despreciable menos fascinante: el corrupto.
Lo primero que hay que enfatizar es que un corrupto no es necesariamente una persona con un trastorno mental. "La corrupción no es una patología, pero sí está asociada a una: la psicopatía", explica el psicoanalista Jorge Bruce.
"La psicopatía es cuando, de manera inescrupulosa y sin tomar en cuenta a las demás personas se actúa exclusivamente en función del interés personal, a cualquier precio".
En otros términos, un corrupto no es necesariamente un psicópata, pero un psicópata probablemente sea alguien dispuesto a cometer actos de corrupción, es decir, violar la ley para obtener un beneficio.
Para el psiquiatra español Alberto Soler Montagud, la corrupción puede ser un síntoma de dos distintas patologías: el trastorno narcisista de la personalidad y el trastorno antisocial de la personalidad.
Los corruptos narcisistas –ha escrito– están convencidos de ser superiores, se caracterizan por un patrón de grandiosidad, necesitan ser admirados y carecen de empatía para conectar con los otros.
Los antisociales, por su lado, son manipuladores y explotadores, violan sistemáticamente los derechos de los demás y son propensos a cometer actos delictivos. No aceptan la culpa de los delitos que cometen y nunca muestran arrepentimiento.
¿Grandiosidad? ¿Carencia de empatía? ¿Manipulación? ¿Ausencia de arrepentimiento? El lector es libre de asociar con estas categorías a cualquiera de los delincuentes y mafiosos que hemos tenido y tenemos aún en el país.
El artículo completo en: La República (Perú)
Los tiranos corporativos pueden
ser protagonistas de películas atrapantes durante un par de horas:
piense por ejemplo en el Gordon Gekko de Michael Douglas en "Wall
Street" o en Leonardo DiCaprio en "El Lobo de Wall Street". Pero en la
vida real, los jefes de esta clase tienen efectos devastadores sobre
trabajadores y empresas.
Sus actos socavaban la estabilidad y la confianza.
"Los jefes intermedios y los editores luchaban entre sí para llegar a convertirse en el favorito de este directivo. Y él era muy maquiavélico y jugaba a enfrentar a unos con otros".
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Psicopatía corporativa
A pesar de que estos monstruos oficinescos se suelen retratar en la pantalla como antihéroes más bien inofensivos, en el mundo empresarial se está generando una ola de preocupación por las cada vez más extendidas conductas abusivas en los espacios de trabajo, lo que los académicos han dado en llamar "psicopatía corporativa"."Los psicópatas saquean corporaciones enteras. Juegan con nuestro dinero y luego acuden al Estado para que los rescaten"
Oliver James, autor de "Dinero y política de oficina"
Tras la crisis financiera mundial, se ha desarrollado un corpus de investigación cada vez mayor sobre las conductas inadecuadas del bully (matón) corporativo, que parecen darse en particular en el sector bancario y financiero.
La investigación está empezando a identificar rasgos que ya no se consideran simplemente desagradables y perjudiciales, sino que tienen carácter psicopático, según sugieren los expertos.
La lista clínica de rasgos psicopáticos comunes -que incluyen la falta de remordimiento, la amabilidad que puede aparecer y desaparecer sin previo aviso, el egocentrismo, la mentira, la capacidad de manipulación, la impulsividad y la pobreza emocional- predominan entre las personas que se sienten atraídas por puestos de poder.
Es importante distinguir entre el comportamiento psicopático y el psicótico. La psicosis es un síntoma de una enfermedad mental que, en un lenguaje llano, se da cuando alguien pierde contacto con la realidad. Cuando los psicólogos hablan sobre los psicópatas, sin embargo, se refieren a personas con un trastorno de la personalidad con características distintivas como la crueldad, el encanto y la extrema frialdad que pueden mostrar aun estando bajo presión, así como la carencia de empatía y conciencia.
Estos rasgos -dicen los expertos- suelen aflorar entre personas que persiguen la riqueza, la gloria y la necesidad de controlar a los demás.
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BBC Ciencia