La programación parece un arte de principios del siglo XX, pero no es
del todo cierto. Casi un siglo antes de que Alan Turing sentara las las
bases de la computación moderna, una mujer escribió el primer algoritmo
de la historia, un programa tan avanzado que la tecnología de la época
no pudo hacerlo realidad.
Esa mujer se llamaba Augusta Ada King-Noel, condesa de Lovelace,
aunque el mundo la recuerda como Ada Lovelace, escritora, matemática y
la primera programadora de la historia.
Interesada desde joven en
las matemáticas, la frenología y la física, la carrera de Lovelace dio
un giro radical cuando trabó amistad con el matemático e inventor
Charles Babbage, que le mostró su más reciente creación: la máquina de
diferencia. En esencia se trataba de una calculadora mecánica capaz de
tabular funciones polinómicas.
En 1840, Babbage fue invitado a la
Universidad de Turín para dar una conferencia sobre su último diseño, un
dispositivo llamado La máquina analítica. Un joven ingeniero italiano
llamado Luigi Menabrea transcribió el seminario al francés y su
transcripción terminó en la Biblioteca Universal de Ginebra. Dos años
más tarde, un amigo común de Lovelace y Babbage pidió a la científica
que tradujera el documento del inventor al inglés.
Pero Ada fue mucho más allá de la traducción
La elección de Lovelace no fue casual. Era de los pocos matemáticos
capaces de entender los trabajos de Babbage. Sin embargo, su aportación
fue mucho más allá de una mera traducción. Ada se percató de algo en la
máquina que se le había pasado por completo a su creador: podía
programarse.
Lovelace enriqueció el libro con sus propias notas
entre las que se encuentra un completo diagrama que básicamente describe
el primer algoritmo de la historia y que le valió ser considerada la
primera programadora incluso cuando aún no existían los lenguajes de
programación ni las computadoras.
Babbage ya esbozó algunos algoritmos propios, pero eran básicamente
fórmulas. Ninguno de ellos tenía la complejidad que ideó Lovelace. El
mérito de Ada Lovelace fue el darse cuenta de que la máquina analítica
podía usarse para expresar entidades o símbolos con arreglo a unas
normas y no solo números.
Pero la máquina no pudo ser construida
Nunca pudo ver en persona los resultados de su aportación. La máquina
analítica de Babbage fue la primera computadora en términos de Turing.
Tenía una unidad lógica aritmética y hasta un sistema de memoria
integrado. En términos generales, compartía la misma estructura lógica
que las computadoras actuales. Sin embargo, era tan compleja que Babbage
no logró reunir el dinero necesario para fabricarla. El primer modelo
completo de la máquina a partir de sus apuntes y siguiendo los mismos
procesos de fabricación de la época no llegó hasta 1991 de la mano de
los conservadores del Museo de la Ciencia de Londres.
Unos 100 años después de la creación de Babbage, el ingeniero alemán
Konrad Zuse completaba la Z1, la primera computadora que se puede
considerar como tal. El libro con la transcripción realizada por
Lovelace con sus notas, su algoritmo y su nombre en la portada acaba de subastarse por la astronómica cifra de 125.000 dólares.
Fuente:
Gizmodo