El sector pesquero se moviliza por la salud de las aguas y traza un plan contra la contaminación marina.
Si usted fuera una tortuga, tendría un 60% de posibilidades de
enredarse en una anilla de plástico y perder una de sus patas. Ese es el
porcentaje de estos animales que llegan maltrechos a uno de los centros
de recuperación de fauna silvestre más activos de España. El dato lo
ofrece Raquel Orts, directora general de Sostenibilidad de la Costa y
del Mar del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio
Ambiente (MAPAMA), e ilustra el alarmante problema de salud que padece el medio acuático y sus habitantes.
"La diversidad de efectos de las basuras marinas sobre organismos y
ecosistemas es equivalente a la diversidad de los residuos que
encontramos en el mar", amplía Orts. "Se han documentado impactos por
ingestión y enredo en invertebrados, peces de todas las tallas, aves,
tortugas, y hasta grandes cetáceos". Causas que en España amenazan a 77 especies de peces y en el mundo cerca de 8.000, según estima la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Los expertos llevan tiempo advirtiéndolo: el mar se ha convertido en un "enorme cubo de basura",
y sus habitantes merman al mismo ritmo que proliferan los desperdicios,
que en apenas 30 años, según la Fundación Ellen MacArthur, superarán en
número a las criaturas oceánicas. A esta película de terror ambiental
asisten en primera fila los pescadores, un colectivo para el que la
salud del medio es vital, como han manifestado en muchas ocasiones. Por
ello, con la economía circular como telón de fondo –el paso del
usar-tirar a la renovación de los desechos– y las estrategias marinas
que marca Bruselas en el horizonte, el sector mueve ficha por la salud
del mar. Y lo hace desde dentro.
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El País (España)