La computación afectiva quiere dotar de inteligencia emocional a los dispositivos para lograr una comunicación más íntima y personalizada con el usuario.
Estás viendo la televisión. De repente, te das cuenta de que una
avispa sube por tu brazo. ¿Cómo reaccionas?”. Esta es una de las
preguntas del ficticio test Voight-Kampff, utilizado en Blade Runner
para detectar la falta de empatía en un sujeto. Si las respuestas del
interrogado desvelan esa incapacidad para identificarse emocionalmente
con otros seres, el diagnóstico queda claro: estamos delante de un
androide.
Dejando
a un lado la ciencia ficción, lo cierto es que en el mundo real esa
capa emocional viene a ser la guinda del pastel de la robótica, ahora
que la inteligencia artificial es cada vez más sofisticada, incluso
aquella que habita en nuestros dispositivos móviles. Y la cosa no hace
más que mejorar, como lo demuestra el reciente lanzamiento de la familia
Huawei Mate 10, una serie de smartphones que dan otra vuelta de tuerca a la inteligencia artificial gracias a su procesador Kirin 970. Este chipset
con unidad de procesamiento neuronal simula el pensamiento humano y es
capaz de analizar el entorno, lo cual hace que en cierto modo los
teléfonos sean más “conscientes” de las necesidades de los usuarios para
ofrecerles servicios mucho más personalizados y accesibles en todo
momento.
E¿Se conseguirá también pronto que un teléfono móvil o una tableta
imite emociones o que, al menos, consiga interpretarlas y responder de
manera consecuente? Eso es algo en lo que trabaja Javier Hernández, investigador del Grupo de Computación Afectiva del MIT,
área que explora cómo dotar a las tecnologías de inteligencia
emocional, una capacidad que muchos consideran crítica para lograr
relaciones mucho más naturales entre los humanos y la inteligencia
artificial. Entre otros objetivos, este grupo del MIT busca que en el
futuro cualquier dispositivo sea capaz de entendernos mucho mejor y
nuestra comunicación con estas máquinas sea más íntima y personalizada.
“Por ejemplo, si el móvil detecta que estamos pasando por un mal
momento, quizás filtre las noticias para discriminar las más negativas,
nos recomiende escuchar una canción que nos gusta o nos sugiera hablar
con alguien cercano para aliviarnos y mejorar nuestro estado de ánimo”,
según Hernández.
Esta personalización de contenidos es una de las principales áreas en
las que la computación afectiva aportará ventajas significativas. No en
vano, se trata de una selección realizada a partir del estudio de las
emociones del usuario, así que gracias a ella se proporcionará un
remedio para una necesidad concreta de una persona y podrá garantizarse,
casi con total seguridad, que causa el efecto deseado. Esto ya se está
aplicando para mejorar anuncios publicitarios, pero en el futuro también
se utilizará en videojuegos y películas cuyo argumento cambiará
dinámicamente en función de nuestro estado emocional.
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El País (Retina)