La primera vez que visité una
panadería en Buenos Aires pensé que mis oídos me engañaban. Alrededor
mío los porteños pedían sus pasteles favoritos para comer con su café
matinal. Pero no podía creer lo que decían: ¿acaso esa persona acaba de
pedir seis bolas de fraile y media docena de cañoncitos?
Los buñuelos recubiertos de azúcar, conocidos como "bolas de fraile", y los conos de hojaldre rellenos de dulce de leche, llamados "cañoncitos", son solo dos ejemplos de los nombres raros que tienen las llamadas "facturas" (pasteles) en Argentina.
También hay "bombas" -algo similar a un profiterol- y "libritos" -una masa plegada de manera tal que parece un texto de lectura-.
Pero mientras que los pasteles son definitivamente dulces, el origen de sus nombres es más siniestro: a finales del 1800 un sindicato de pasteleros anarquistas usó sus creaciones para hacer propaganda.
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