El próximo curso comenzará a implantarse en España, como
prevé la reforma educativa, un sistema de exámenes externos al centro de
estudios al terminar cada etapa (en secundaria y bachillerato habrá que
aprobar las reválidas
para obtener el título) que preocupa a muchos centros. En especial a
aquellos que se han distinguido del resto por aplicar pedagogías
alternativas. ¿Podrán seguir enseñando lo mismo y con la misma
metodología? La presión por el lugar que van a ocupar en un ranking
puede pasarles factura debido a las exigencias de los padres,
preocupados porque las pruebas trunquen los deseos universitarios de sus
hijos. Por ese motivo, este otoño estos colegios están inmersos en un
profundo debate.
Asociación de centros Waldorf en España.
Cada día, los chicos reciben una hora más de clase para reforzar las
enseñanzas artísticas y en bachillerato estas se reducen para centrarse
algo más en Selectividad donde, presume Malagón, obtienen muy buenos
resultados. “Pero estas materias tampoco desaparecen para que respiren.
Tienen artes plásticas, coral…”. Su adaptación a las pruebas de
diagnóstico de las comunidades no ha sido tampoco traumática. “Son unos
niños muy cuidados y contentos, a los que se ha ido adaptando la
enseñanza a su momento evolutivo y no tienen ningún problema”.
En
los centros privados Waldorf —que no creen en los exámenes sino en una
evaluación continua en las aulas— discuten qué senda seguir para ser
fieles a su sistema sin suspender las pruebas previstas. “Vamos a
esperar a que se apruebe finalmente la LOMCE a finales de año para tomar
una decisión”, explica Antonio Malagón, presidente de la
Pedro Enrique García Ballesteros, inspector en Andalucía,
incluso augura que “las metodologías más innovadoras —que, por ejemplo,
no utilizan los libros de texto—, van a desaparecer para poder aprobar
los exámenes”. En su opinión, se va a “volver a una enseñanza más
tradicional. Si te juegas el título en unas horas todo va a ir
encaminado a ello”. Y recuerda que hace 20 años, cuando aún era profesor
de secundaria, acudió a unas ponencias sobre el mundo contemporáneo que
intentaban no centrar las clases en lo memorístico. Ahora ve este
enfoque didáctico imposible. “Se ha caído en la rutina. Como en el
examen de Selectividad se proponen dos opciones para elegir una,m te
animan a estudiar solo el siglo XIX o solo el XX”.
Por muy bueno que sea el alumno tiene que preparar el examen para habituarse a su dinámica. En el colegio público Méjico, de Madrid,
que quedó el primero de la región en 2011, explicaron que ese año sus
profesores se apuntaron a cursos de matemáticas que ofertaba el
ministerio para aprender con materiales nuevos, invirtieron en libros
—algo imposible ahora con los presupuestos de los centros ahogados y una
dotación casi nula de las comunidades— y practicaron con preguntas de
exámenes anteriores durante las semanas de la ciencia y las matemáticas.
Al ser preguntados por este asunto, a muchos expertos les
vienen a la cabeza las oposiciones, en las que se memoriza tan solo para
aprobar; o las autoescuelas, donde para aprobar el examen teórico
básicamente hay que aprenderse las triquiñuelas del test. Esta actitud
se repite en muchas facetas de la vida. Neil Jones, exdirector del Observatorio Europeo de Competencia del Idioma,
alerta de esta obsesión por certificar. “Es terrible que la gente se
prepare para aprobar el examen, no para aprender el idioma”. Pero el
mercado manda y sin un título acreditativo no hay empleo cualificado que
valga.
La comunidad educativa alerta del riesgo de que en España se imponga lo
que los estadounidenses llaman la triple T: Teach to the test (enseñar
para el examen, en castellano). Su enfoque está muy vinculado a su
programa No Child Left Behind Act NCLB (Que ningún niño se quede atrás).
La red de mediciones la inauguró en 2002 George Bush hijo y tenía como
objetivo mejorar la educación en el país, pero sus resultados (la
excelencia debería lograrse en 2014) son discutibles. Estados Unidos
sigue sin liderar los informes de evaluación internacionales. Incluso
una de sus más fervientes impulsoras, la asesora educativa Diane
Ravitch, ha escrito un libro Reign of error (El imperio del
error) en el que lamenta los efectos de las evaluaciones y los ranking.
Para Ravitch, en su país ha habido un “deliberado esfuerzo” para
remplazar la enseñanza pública por un sistema de mercado y la obsesión
por los exámenes ha traído consigo unos “perversos y predecibles
resultados”. En su opinión, esta política ha reducido los currículos a
las materias más fácilmente evaluables, excluyendo las artes del temario
y la cultura general. Además ha fomentado la manipulación de los
resultados en los exámenes. “Enseñar para el examen es inmoral y poco
profesional”.
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El País (España)