La escala nano permite añadir propiedades nuevas a la materia, ofreciendo soluciones para todos los campos.
Tejidos repelenes al agua, parachoques, incluso la raqueta de Nadal ya contienen material fabricado con nanotecnología.
Es el 'ladrillo' de la materia, lo más básico, lo más pequeño. En un
milímetro cabe un millón de nanómetros, y sobre esa medida ya está
jugando la ciencia. Para entender el tamaño nano, hay que pensar que un
post-it en el planeta tierra tiene la misma proporción que tres
nanómetros en nuestra realidad. Y lo bueno de jugar a esa escala es que
podemos modificar la propia esencia de la materia. Cambiar las
propiedades de las cosas. Entre la realidad y la ciencia ficción, todo
parece posible en nanociencia, que se presenta como el futuro motor en
la lucha contra enfermedades como el cáncer.
"El oro tal como lo conocemos es amarillo, pero si lo troceas en
nanómetros, puede ser del color que tú quieras: violeta, rojizo,
azulado...", explica Pedro A. Serena, investigador del Instituto de Ciencias de Materiales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Esto se debe a que el color "no es más que luz emitida por los
electrones, que saltan de un lugar a otro. Según el salto sea más grande
o pequeño, cambia el tono", indica Serena, que ha dirigido el curso Nanotecnología: Luces y sombras del control de la materia a escala atómica, dentro de los ciclos organizados por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander (UIMP) en Santander.
Esta reducción a esta escala nano provoca los llamados "efectos del
tamaño": al dividir algo en partes más pequeñas, aumenta la superficie
expuesta y la materia, al estar más en contacto con el exterior, se
vuelve más reactiva. Es la consecuencia de un cambio radical entre el
volumen -que se mantiene- y la superficie del objeto -que aumenta
exponencialmente-. Un proceso que saca a la luz nuevas propiedades y
que, incorporado a gran escala, llegan a nuestra vida cotidiana en forma
de aplicaciones inéditas.
Nanopartículas bactericidas para preservar líquidos durante más
tiempo, tejidos o manteles hidrofóbicos -que repelen el agua-,
contrastes tumorales o los móviles y pen drives son soluciones
nanotecnológicas "invisibles", que se han instalado de puntillas en
nuestro día a día, y que son la punta del iceberg de lo que se avecina.
Uno de los campos de mayor aplicación es en el refuerzo de
materiales. En la construcción, para obtener un hormigón más resistente,
o en transportes, para los parachoques de coches o alas de aviones.
Esta propiedad reforzante puede aplicarse en muchas áreas. "La suela de
las zapatillas deportivas Adidas o la raqueta de tenis Nadal están
reforzados con nanotubos de carbono", ejemplifica Serena. Un refuerzo
que tiene una particularidad: con una pequeña cantidad de nanopartículas
se puede cambiar las propiedades de un objeto grande.
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