El término «estigmergia» fue acuñado en 1959 por Pierre-Paul Grassé
(1895-1985), un zoólogo francés experto en termitas. Grassé se refería
con estigmergia al fenómeno de comunicación indirecta entre termitas,
mediante la modificación del ambiente, como es por ejemplo un rastro de
feromonas. Otros individuos de la especie pueden detectar este rastro,
de forma que colaboran por un bien común: la supervivencia de la
colonia. Ver a una hormiga o una termita deambulando sola es un
espectáculo lamentable, parece una criatura torpe y despistada. Sin
embargo, debemos observarlas en su conjunto, como un sistema de
auto-organización descentralizado con el que se obtienen objetivos
comunes. En un termitero miles de termitas cooperan en la construcción
de una estructura que supera con creces su capacidad de comprensión. Se
trata, en esencia, de una construcción destinada a la ventilación de la
cámara donde se encuentra la reina, los huevos y un hongo que cultivan
para su alimentación, para que la temperatura interior se mantenga
constante. Y lo consiguen.
Fuente WikicommonsEstas
estructuras físicas complejas son equivalentes a cualquier estructura
social en distintas especies, como abejas o estorninos. Y los
científicos no están muy alejados de las termitas, entre las cuales
parece que hay una ley no escrita: «si tu compañera ha dejado un grano
de arena, deja tú otro en el mismo sitio». A medida que han ido pasando
los siglos, el conocimiento sobre la naturaleza se ha ido mejorando
gracias a esos granos de arena que una cantidad incontable de estudiosos
han ido dejando por multitud de vías. La cooperación puede llevar a
buenos o malos resultados, tal es el caso observado por el biólogo T. C.
Schneirla en relación a un grupo de hormigas sumido en una actividad
extravagante: giraban describiendo circunferencias sin parar.
«Aquella
tarde había caído un buen aguacero y eso posiblemente había
interrumpido la incursión y eliminado el rastro químico que mantenía
conectado al grupo con la colonia principal de hormigas. Cuando dejó de
llover, los primeros individuos del grupo probablemente habían salido a
explorar el área sin apartarse de la periferia del grupo, donde se
sentían más seguros. Al hacerlo, dejaron un rastro circular de feromonas
que las demás hormigas no tardaron en seguir. Al cabo de un rato el
rastro era tan intenso que ninguna de ellas era capaz de escapar. […] Al
final del día, las hormigas habían dado vueltas durante más de quince
horas». A unique case of circular milling ants, considered in relation to trail following and the general problem of orientation, «American Museum Novitates», Schneirla.