El profesor de la Universidad de Yale, William Deresiewicz, explica por qué las universidades con mayor prestigio del mundo producen exitosos autómatas, de una inteligencia superior pero superficial, preparados para encajar en los roles que se han dispuesto para ellos en los altos escalafones de la sociedad pero sin saber por qué están ahí o qué es lo que en realidad quieren
Universidades como las de la Ivy League
son la forma que tienen los ricos de mantener el orden establecido
generación tras generación y, si bien los hijos de millonarios y
políticos se benefician de escalar en la sociedad de manera automática,
su vida como individuos se ve perjudicada. En The New Republic,Deresiewicz escribe:
Estos envidiables
jóvenes aparentan ser los ganadores de la carrera en la que hemos
convertido la niñez. Pero la realidad es diferente… Nuestro sistema de
educación élite manufactura jóvenes que son inteligentes, talentosos y
tienen motivación, sí, pero también ansiosos, tímidos, extraviados, con
poca curiosidad intelectual y sentido de propósito: atrapados en una
burbuja de privilegio, marchando dócilmente en la misma dirección,
excelentes en lo que hacen pero sin tener idea de por qué lo están
haciendo.
La metáfora que usa es la de “borregos”, extraordinarios autómatas infatuados por el ego y el dinero:
Autoexaltación,
estar al servicio nada más que de ti mismo, una buena vida pensada sólo
en términos del éxito convencional (riqueza y estatus) y ningún
compromiso real con el aprendizaje, el pensamiento, y con convertir el
mundo en un mejor lugar.
Víctimas de una enorme presión de ser
parte de la burbuja de éxito que han asumido como su prerrogativa
existencial, no salen nunca de la trayectoria establecida (a menos de
que revienten): “al no tener margen para el error, evitan la posibilidad
de cometerlo”. Deresiewicz sigue con los símiles entre el ganado,
revirtiendo la imagen de la élite: “Es casi como un experimento cruel
con animales. Cada vez que ven que la luz roja se enciende, tienen que
pulsar el botón”.
En su propia experiencia como profesor,
descubrió “un pacto de no agresión” entre profesores y estudiantes, los
cuales son “clientes” que reciben buenas calificaciones a cambio de un
mínimo esfuerzo para que puedan seguir su ascenso curricular (todo se
trata de llenar un currículum que debe ajustarse a la apariencia de la
grandeza: buenas calificaciones, organizaciones caritativas, deportes,
etc.).
Wall Street recluta a estas ovejas de
alto pedigree: “Wall Street se dio cuenta de que las facultades están
produciendo una gran cantidad de licenciados muy listos y completamente
centrados en el trabajo, que tienen una gran resistencia mental, una
buena ética de trabajo y ni idea de lo que quieren”.
Deresiewicz concluye que “las
universidades de la élite no sólo tienen poca influencia en revertir el
movimiento a una sociedad menos inicua; sus políticas activamente la
promueven”. Este es el paradigma de la alta educación, que programa
personas eficientes para que ocupen roles preestablecidos, pero no
genera personas que cuestionen la sociedad y la realidad. Como sugiriera
el director John Singleton en la película Higher Learning, actualmente es más importante “desaprender” que aprender; desprogramarnos y deshabituarnos para individuarnos.
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