En un deporte en el que una máquina es tan o hasta
más importante que el humano que la opera los avances tecnológicos se
guardan celosamente. Pero últimamente las grandes escuderías de Fórmula 1
están entreabriendo las puertas. Peter Day, de la BBC, fue al corazón
de esta industria para ver qué cambió.
El ruidoso deporte de las carreras de autos tiene una audiencia global enorme, pero el grueso del trabajo que lo hace posible se lleva a cabo en el silencio de las zonas rurales de Oxfordshire y Northamptonshire en Inglaterra. Se le conoce como Motorsport Valley, o el valle del automovilismo.
La futurística sede de McLaren es un llamativo ejemplo de la ingeniería en acción. Diseñado por el arquitecto Norman Foster, es la vitrina de la empresa así como una fábrica en la que hacen los autos de carrera para F1 y el nuevo modelo de vehículo comercial.
Sus resplandecientes instalaciones se asemejan más a un hospital que a una planta automotriz.
El inmaculado lugar es tan distinto a un taller de ingeniería convencional que se necesita ayuda para entender qué está ocurriendo. Peter van Manen, director ejecutivo de McLaren Electronics, empieza por explicarme que –para los ingenieros– los autos de carreras son unas máquinas productoras de información.
"Tienen unos 120 sensores que recogen información. Durante una carrera enviamos unos 750 millones de números en tiempo real, lo que equivale al doble de números que las palabras que una persona puede pronunciar en toda la vida. Esos números van al taller y de ahí a la fábrica".
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BBC Ciencia