Investigadores italianos demuestran empíricamente una teoría de los años 80 a partir del entrelazamiento cuántico de dos fotones.
Un experimento realizado con un modelo de universo “de juguete”, formado sólo por dos fotones cuánticamente entrelazados, sugiere que el tiempo “es una ilusión” o que la existencia del tiempo depende de la existencia de los relojes, como propuso una teoría matemática de la década de 1980. Además, vincula la emergencia del tiempo al entrelazamiento cuántico. Interesantes resultados que avivan una cuestión fundamental, tanto para la ciencia como para la filosofía. Por Yaiza Martínez.
Un experimento realizado con un modelo de universo “de juguete”
sugiere que el tiempo “es una ilusión” o que la existencia del tiempo
depende sólo de la existencia de los relojes.
La física moderna intenta fusionar las leyes de dos “universos”:
el macrocoscópico, y el de las partículas atómicas y subatómicas.
Actualmente, describe así la realidad a través de dos vías: la mecánica cuántica, que explica lo que sucede a escala microscópica; y la relatividad general, que da cuenta de lo que sucede en el resto del cosmos: a los planetas, a los agujeros negros, etc.
Pero ambas descripciones no terminan de combinar bien. Desde que
las ideas de la mecánica cuántica se expandieron, a partir de la primera
mitad del siglo XX, parece que son incompatibles.
La cuestión del tiempo
A mediados de la década de los años 60 del siglo pasado, los
físicos John Wheeler y Bryce DeWitt parecieron encontrar una solución a
este dilema: la llamada ecuación de Wheeler-DeWitt.
Con ella se eludían los problemáticos infinitos que surgían de
otras combinaciones de ambas teorías. Pero, aunque la ecuación de
Wheeler DeWitt resolvió uno de los problemas fundamentales de la
combinatoria entre las dos interpretaciones de la realidad antes
mencionadas, hizo emerger un segundo y muy serio problema: expresaba un
universo estático, “sin tiempo”, algo que a todas luces no existe.
En 1983, los teóricos Don Page y William Wootters propusieron una solución a este segundo problema basada en el llamado “entrelazamiento cuántico”, esa propiedad subatómica que tan bien describieron en su libro “El cántico de la cuántica”
Ortoli y Pharabod: si tienes dos peces (o partículas) en un mismo
charco y éstos se unen tan íntimamente que alcanzan un estado
“entrelazado”, cuando pases uno de ellos a otra charca, ambos seguirán
reaccionando de la misma manera, aunque ya no estén juntos. Así, si el
primero es pescado, el segundo saltará igualmente fuera de su charca.
Este extraño comportamiento de las partículas subatómicas
entrelazadas –al que Einstein denominó “acción fantasmal a distancia”-
provoca que éstas no puedan definirse a partir del entrelazamiento como
partículas individuales con estados definidos, sino como un sistema. El
entrelazamiento cuántico hace que las partículas pasen a tener una
“misma existencia”, a pesar de encontrarse espacialmente separadas.
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