Porque, al igual que otros animales, los seres humanos evolucionaron
mediante la competencia y la selección natural. Los primeros humanos que
tenían un fuerte deseo de superar a los demás habrían encontrado comida
de mejor calidad o mejores parejas, y pasaron el deseo de ganar a las
siguientes generaciones.
En la mayoría de las sociedades los
hombres son más competitivos que las mujeres, y esta diferencia ya se
nota desde los tres años de edad.
El deseo de mostrar la propia superioridad, de
pertenecer al equipo ganador es parte de la naturaleza humana. Sin
embargo, este deseo no nos hace necesariamente felices.
Perder resulta doloroso, pero ganar -y la presión que implica el trabajo para conseguirlo- también puede ser muy estresante.
Fuente:
BBC Ciencia