Quizás, una tarde ventosa en la playa, nos hayamos fijado en el movimiento de la arena, y en la constitución de ésta. Son granos de silicatos, de muchos tamaños desde milímetros, a micras que no podemos ver, pero que podemos sentir en nuestros senos nasales y en los bronquios. El aire empuja esos granos de arena.
El catedrático de Física Aplicada de la UAH Antonio Ruiz de Elvira explica el fenómeno junto a una máquina de dunas de Cosmocaixa Barcelona, el museo de la ciencia Obra Social La Caixa.
Imaginemos una superficie plana y de algunos cientos de metros de longitud y anchura; toda ella cubierta de arena. El viento incide sobre de la misma, pero no sopla nunca por igual. Al variar localmente la presión la arena se acumula en algunos puntos.
El aire, al seguir pasando por los puntos de acumulación, eleva su velocidad y baja aún más la presión. En esos puntos se acumula mas arena, en un mecanismo acumulativo, lo que en física se llama 'mecanismo no lineal de realimentación positiva.
El resultado de esas fluctuaciones del aire sobre la arena es crear pequeños montículos que van creciendo lentamente. Las colinas de arena son asimétricas: De pendiente suave a barlovento, de pendiente fuerte a sotavento.
Al caer la arena y recibir nueva, la duna se desplaza en el sentido del viento. Las dunas, cómo las olas, son limitadas a lo ancho: no hay dunas más anchas que una cierta dimensión.
Fuente:
El Mundo Ciencia