La leyenda dice que cuando uno de estos animales se ve en peligro se pica con su propio aguijón.
Negamos la mayor. Más que contestar a la pregunta, lo que
haremos es explicar la falsedad de la premisa que lleva implícita la
pregunta. Es decir, que debe quedar claro que los escorpiones no se suicidan, ni cuando se ven acorralados por el fuego ni en ninguna otra circunstancia estresante, como podría ser la falta de oxígeno.
Todo procede de la antigua «leyenda urbana» (o rural) que
dice que cuando un escorpión se ve en peligro, como por ejemplo si se le
acorrala con fuego, con tal de evitar el sufrimiento se suicida picándose con su propio aguijón. Esto se basa en observaciones reales pero mal interpretadas.
Hay que saber que los escorpiones son animales
poiquilotermos, es decir, de temperatura variable. Significa que no
pueden regular su temperatura, de manera que dependen del entorno. Es
por esto que si se encuentra rodeado de fuego, su cuerpo se calienta y se deshidrata rápidamente, lo que le provoca espasmos frenéticos y contracciones en la «cola».
Viendo uno de estos movimientos puede parecer que se pique. En
realidad, lo que ocurre es que la elevación de la temperatura provoca la
desnaturalización e incluso la coagulación de las proteínas del
interior, proceso que se convierte en irreversible por encima de los 60 o
65º C, produciendo convulsiones, que el cuerpo se arquee, y finalmente
la muerte. También puede ser que, según cómo sea el fuego, se produzca
una columna de aire caliente ascendente que le dificulte la respiración y
le asfixie.
Dicho esto, debemos tener en cuenta que el aguijón no puede atravesar el duro caparazón
(esqueleto externo) que protege al escorpión. Por si fuera poco, en el
caso de una improbable picadura accidental entre los segmentos, cabe
aclarar que el escorpión es inmune a su propio veneno.
Finalmente, para que un animal «decida» suicidarse, ha de tener una inteligencia y una capacidad de raciocinio que pocas especies poseen. En cambio, hablando en general, uno de los comportamientos más arraigados en el mundo animal es el instinto de supervivencia.
De hecho, la propia calificación de «suicidio» es bastante
antropocéntrica, de difícil aplicación en animales, y menos en
invertebrados.
Albert Masó es biólogo, profesor y fotógrafo de naturaleza. Barcelona.
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