Los
científicos siempre han encontrado dificultades al momento de
clasificar, parametrizar y hasta definir a los virus. Buen ejemplo de
ello es la clásica interpelación “¿Son los virus seres vivos?”,
una pregunta que puede resultarnos retórica en muchas ocasiones. De
hecho, no hay respuesta clara a tal interrogante, al menos desde mi
humilde punto de vista. Si me apuran, creo que sí deberían asumirse como
una forma de vida, pero para ello sería necesario revisar la propia definición de vida.
Para complicar mas las cosas, o tal vez para aclararlas, se ha
publicado recientemente el descubrimiento de 2 nuevos virus que añaden
complejidad a la situación y ofrecen la potencialidad de romper algunas
verdades presupuestas.
La cuestión es el tamaño, que sí importa.
La microbiología tradicional solía considerar a los virus como
partículas pequeñas, de entre unos 10 y 400 nm, siendo la mayoría de
éstas invisibles al microscopio óptico. Este límite superior se rompió
hace pocos años, cuando en 2003 científicos de la Université de la Mediterranée en Marsella, Francia identificaron un nuevo virus llamado Mimivirus,
de más de 700 nanómetros y con un genoma superior a los mil genes; algo
nunca antes visto hasta ese momento. Lo interesante es que, en
realidad, este microorganismo ya había sido descubierto 11 años antes de
tal anuncio; pero por su tamaño y estructura genética, vagó en la
bibliografía como una bacteria gram positiva mas durante todo ese tiempo
(hasta en la tinción logró engañar a los investigadores). Este hecho
abrió el camino a la búsqueda de virus de gran tamaño y, años después,
un virus aún mas grande que el Mimivirus fue hallado en las costas de
Chile: el Megavirus chilensis.
Y hoy, a una década de esa ruptura de paradigma, 2 nuevos titanes del orden viridae son identificados, bajo una publicación en Science firmada por 3 institutos de investigación situados en Francia y en Suecia. Los nuevos integrantes de la familia: Pandoravirus dulcis (hallado en Australia) y Pandoravirus salinus,
(hallado en la costa de Chile) destronan en tamaño físico y genómico a
los virus mencionados anteriormente. Para ello se valen de una increíble
longitud, cercana al micrómetro y un genoma de 2,47 millones de pares
de bases en el caso de P.dulcis y 1,91 millones para P.salinus.
Al primer puesto entre los titanes del
universo viral, se suma otra variable. Una sorpresa de corte
cualitativo. Secuenciado el genoma, los investigadores se abocaron al
análisis de las secuencias y encontraron más de 2000 genes hasta el momento desconocidos, representando éstos más de un 93% del genoma. Según el paper
esto “impide rastrear el origen de éstos virus a cualquier linaje
celular conocido”. Y agrega que sin embargo “su secuencia de DNA
polimerasa encaja con ciertos virus DNA gigantes, sugiriendo la existencia de un cuarto dominio de la vida“.
Esta última y contundente afirmación del grupo, plasmada en una revista
de enorme reputación, la interpreto como una apuesta por reconocerle a
los virus su pertenencia al universo de la vida.
Las características de todos estos
virus, acercan cada vez a estos entes, (antaño considerados meras
“partículas infecciosas”) al mundo celular, dándole un lugar
significativo, aunque aún desconocido en la historia evolutiva de
los seres vivos. Por ejemplo, es posible que toda la maquinaria actual
de replicación del ADN tenga un origen viral (¿quién mejor que un virus
para copiar ADN?), o que los virus hayan sido antecesores del LUCA, el último antepasado común universal,
basado esto en la evidencia de que hay virus para infectar a cualquiera
de los dominios biológicos. Las diferentes teorías sobre este rol
evolutivo determinante de los virus se pueden leer en este excelente artículo de Patrick Forterre (Director de Microbiología del Instituto Pasteur), aquí traducido al español.
Desde el punto de vista práctico, nuevos genes pueden traducirse en proteínas novedosas
de interés farmaceútico y/o industrial, y permitirnos descubrir nuevas
vías metabólicas desconocidas al momento. También, por supuesto, son
capaces de arrojar datos de preciado interés para develar los orígenes
de la vida. El tiempo dirá.
Entonces, como dijo el famoso físico
alemán: “Cada día sabemos más y entendemos menos”. La ciencia siempre ha
construido y destruido verdades avanzando de a pequeños o grandes pasos
en el proceso global. Tal vez este descubrimiento (juntos con los
citados) sea el comienzo de un nuevo replanteo en la
microbiología y en la biología evolutiva. Por algo le dieron el nombre
de “Pandoravirus”, en clara alusión a aquella mujer de la mitología
griega que al abrir su caja libera al mundo todos los males. Si en
cambio, puede este descubrimiento liberar algo de luz sobre nuestra
historia evolutiva, bienvenida sea.
Biotec Mur