Desde el blog El mundo de las ideas, en el marco del XLIII Carnaval de Física,
se propone a físicos, químicos y matemáticos divulgadores explicar cuál
es su película favorita. Si bien es cierto que nos deja a los pobres
biólogos fuera de la convocatoria, la autora agrega que también está
invitado cualquier otro interesado en el mundo de la Física, así que
haré como que soy de estos últimos y escribiré algo.
La verdad es que no tengo una película favorita, pero si tuviera que
citar unas cuantas creo que en el fondo tampoco sorprendería a nadie,
puesto que no haría otra cosa que nombrar alguno de los grandes clásicos del
cine, y los que me conozcan ya sabrán que soy un individuo con buen
gusto. Posiblemente la que más veces haya visto, siendo aún un crío, sea
El maquinista de La General, en la que el gran cómico Buster Keaton interpreta a un maquinista sureño que, en plena Guerra Civil Americana, se adentra en territorio enemigo para recuperar su locomotora
y, de paso, rescatar a su amada secuestrada, una zorrupia detestable
que previamente lo había rechazado por no alistarse en el ejército.
Así conduce una locomotora el bueno de Keaton. |
¿Pero qué carajos tendrá que ver todo esto con el Carnaval de la Física,
os preguntaréis vosotros? Bueno, vale, me habéis pillado. El tema no es
la película favorita, sino la partícula favorita. El problema es
que tampoco sé tanto del asunto como ponerme a dar lecciones de física
de partículas, así que entenderéis que intentase escaquearme. Además,
igual que pasa con el cine, tampoco tengo una preferida. Pero mirad, ya
que estábamos con ello, podemos seguir con las clásicas. No las películas, sino las partículas.
Es curioso como al oír hablar de física y de partículas, comúnmente nos
vienen a la mente nombres como protones, electrones, neutrones, muones,
bosones, gluones y muchos otros nombres extraños que designan minúsculas
porciones de materia inferiores al tamaño del átomo. Sin embargo, en
los primeros problemas de física a los que nos enfrentamos en el
colegio, nos encontramos con otras partículas totalmente diferentes, y
seguirán estando ahí, machaconamente, incluso cuando lleguemos a la
universidad, si es que pretendemos estudiar Física. Son las partículas clásicas, y de ellas se encarga, cómo no, la Física Clásica.
Hay un chiste que cuenta que un granjero tenía a sus gallinas enfermas.
Se le estaban muriendo y no sabía bien porqué, de modo que llamó a un
químico. Este hizo toda clase de análisis al agua y al pienso en busca
de toxinas, pero no halló nada.
-Lo siento, no he logrado averiguar el problema.- Le dijo.
Así pues, el granjero llamó a un biólogo, quien diseccionó un par de
gallinas muertas, observó las constantes vitales de las enfermas y
examinó sus heces en busca de microbios patógenos, pero tampoco logró
llegar más allá que el anterior.
-Lo siento, pero no parece nada que yo pueda solucionar. - Le contestó.
Finalmente, el granjero decidió probar con un físico, quien se sentó con
un cuaderno y un lápiz en una esquina del corral y empezó a garabatear
ecuaciones y a hacer cálculos.
-¡Eureka! ¡Di con el problema!
-¿Y bien? ¿Qué es? - Preguntó esperanzado el granjero.
-Mmmm... lo siento,- dijo el físico- pero la solución sólo es válida para gallinas puntuales en el vacío.
Estas gallinas no parecen estar enfermas. |
Este chiste ilustra muy bien algo que nos encontramos sistemáticamente en Física: la simplificación de la realidad
para analizarla y resolver problemas. Ciertamente esto es algo que
necesariamente se hace en todas las ramas de la Ciencia, pues abordar el
mundo real en toda su complejidad es una tarea prácticamente imposible y
no queda más remedio que buscar aproximaciones, pero la verdad
es que si en alguna disciplina esto se lleva al extremo, es en la
Física. Así es como el físico de nuestro chiste buscó la solución a un
problema con gallinas reales haciendo un análisis sobre gallinas con
forma de punto y situadas en un aséptico espacio vacío, carente de todas
los inconvenientes de un corral lleno de mierda.
La partícula clásica o puntual no existe como objeto real y tangible,
a diferencia de esas otras partículas subatómicas que estudia la física
moderna. Una partícula clásica es un concepto, una abstracción que se
usa para simplificar la realidad sobre el papel, como las gallinas
puntuales, y poder resolver ciertos problemas. Realmente, cualquier
objeto puede ser considerado una partícula, desde una estrella o una
galaxia a una célula o una mota de polvo, siempre y cuando para abordar
el problema que deseamos resolver no necesitemos tener en cuenta aspectos relacionados con la estructura interna
de ese objeto: si su forma, tamaño, textura, color, la distribución
desigual de su masa entre sus diferentes partes o la presencia de
elementos móviles en este resultan ser aspectos que podemos ignorar para
buscar la solución que necesitamos, podemos suponer que es,
sencillamente, un punto con una masa, una velocidad y quizás alguna otra
característica que pueda interesarnos tener en cuenta.
Todos recordaremos los aburridos problemas del colegio con trenes que se cruzan o se persiguen, como en la película de Keaton
que os contaba al principio. En esos problemas, lo único que nos
interesa es saber cuál es la velocidad de los trenes. ¿Qué más nos dará
el número de ruedas de las locomotoras, la forma de sus chimeneas, la
temperatura de sus calderas, las piruetas del maquinista o los disparos
de los soldados? Si nos dicen que circulan en línea recta a una
velocidad y en una posición conocidas, y lo único que queremos averiguar
es dónde se encontrarán, podríamos imaginarnos que sencillamente son
puntos moviéndose sobre una vía. Ciertamente, dibujar el tren al
completo es más divertido, pero hay que reconocer que no es tan
práctico, sobre todo si se trata de un examen y el tiempo es limitado.
Sin embargo, debemos ir con cuidado; a veces las simplificaciones
excesivas pueden llevarnos a soluciones que no se pueden aplicar al
complicado mundo real, como ocurrió con las gallinas del chiste.
En conclusión, no sé si la partícula clásica es mi favorita, pero he
querido reivindicarla en este blog, porque me da la impresión de que
cuando hablamos de partículas nadie piensa en ella, y la verdad es que
todos podemos ser una sobre la hoja de un examen o en un programa
informático. No lo olvidéis.
Por cierto, la película es de dominio público y podéis verla en YouTube. Totalmente acosejable.
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