Existen
cuatro interacciones fundamentales en el universo conocido: la gravitatoria, la electromagnética y las
dos nucleares: la fuerte y la débil. La primera es responsable de que existan
los planetas, estrellas y galaxias, por ejemplo; la segunda de que la luz del
Sol llegue hasta nosotros; la tercera explica que existan los núcleos atómicos.

Actualmente, la gran mayoría de los
físicos y cosmólogos creen que nuestro universo se originó en un acontecimiento
singular conocido como Big Bang. Cuando se generaron los protones, las
partículas con carga positiva que constituyen, junto a los neutrones, los
núcleos atómicos de todos los elementos que conocemos, la cuarta de las fuerzas
fundamentales aludida en el párrafo anterior, fue la responsable de que grupos
de cuatro protones se fusionasen para dar lugar a núcleos de helio-4 (formados
por dos protones y dos neutrones, de ahí el 4, que indica el número másico). De
hecho este es el proceso mediante el que nuestra estrella madre, el Sol,
produce la energía que nos llega en forma de luz y calor a la Tierra.
Resulta muy difícil imaginar un universo en el que no estuvieran presentes las
cuatro fuerzas fundamentales anteriores, especialmente las tres primeras. Sin
embargo, parece ser que la cuarta de ellas, la fuerza nuclear débil, no es tan
restrictiva como pudiera pensarse. Al menos esto es lo que han demostrado los
físicos Alejandro Jenkins y Gilad Pérez, quienes han llevado a cabo una serie
de simulaciones con ordenador en las que analizan la posibilidad de la
existencia de universos capaces de albergar vida en ausencia de la interacción
nuclear débil. Y han llegado a unas conclusiones, cuando menos, inesperadas.
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El Tercer Precog