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14 de noviembre de 2012

La fiebre del oro

Nos cuenta Stefan Zweig en Momentos estelares de la humanidad, que el carpintero de Johann August Sutter, propietario de lo que hoy conocemos como California, fue a contarle que al empezar la instalación de un nuevo aserradero: “Ayer, mientras estaba cavando, dio con ese extraño metal. Cree que es oro, pero no ha dicho nada porque teme que los demás se habrían reído de él. Suter se pone serio, toma las pepitas y hace una prueba: es oro. (…) pero el maestro carpintero es presa ya, la primera víctima, de la terrible fiebre que pronto sacudirá al mundo entero.” [1]
(Vía)

Se llama fiebre del oro a las migraciones de forma masiva de trabajadores hacia las áreas donde se había descubierto dicho metal. Fueron tan importantes que se las considera un rasgo de la cultura del sigo XIX. En particular, este término se aplica al fenómeno de California en 1849. Como posibles causas de la fiebre del oro, la Wikipedia señala los avances en el transporte y en los medios de comunicación, la insatisfacción social, y finalmente que el sistema monetario internacional se basaba en el oro. Pocos mineros se hicieron ricos, al revés que los proveedores y comerciantes que fueron los realmente beneficiados. [2] “Y ese tornado inaudito en pos del oro se vuelve cada vez más violento”. [3]

Pero… resulta que la llamada “fiebre del oro” tenía un fundamento científico que vamos a explicar a continuación.

Los mineros usaban mercurio para conseguir el oro en el oeste de los Estados Unidos. Los depósitos de oro eran bien de roca (vetas, vetas de oro-cuarzo) bien aluviales (gravas no consolidadas). Los vastos depósitos de gravas de los ríos ancestrales de Sierra Nevada, contenían grandes cantidades de oro derivadas del desgaste de las vetas de oro-cuarzo (parece que el oro procede de las vetas de cuarzo).

En la mitad de los años de 1850, la minería hidráulica era el método más efectivo y de menor coste en lugares que contaban con grandes extensiones de agua. Las partículas de oro se recuperaban por medio del asentamiento en los canales dentro de las esclusas o por reacción química con el mercurio líquido para formar una amalgama de oro y mercurio. [4] La amalgama es una mezcla homogénea de dos o más metales, lo que se denomina una aleación, salvo cuando uno de los metales es el mercurio que está en forma líquida. [5] El mercurio disuelve numerosos metales formando amalgamas; exceptuando al hierro por lo que se comercializa y conserva en frascos de este metal.

Para conseguir oro, cientos de libras de mercurio líquido se añadían a los rápidos y canales en las esclusas. La alta densidad del mercurio permitía que el oro, y la amalgama de mercurio-oro se hundiera mientras que la arena y la grava pasaban sobre el mercurio y a través de la esclusa.
(Vía)
He encontrado un método curioso para extraer el oro de la amalgama de mercurio-oro, usando una patata: se hace un pequeño agujero en las dos mitades de una patata, donde se coloca la amalgama. Después se unen las dos partes y se envuelven en papel de aluminio, y se hornean. En el interior de la patata estará el oro puro, y el papel de aluminio es para que los vapores de mercurio no produzcan sus efectos tóxicos. La manera de obtener oro más eficaz en la época era usar una “retorta de mercurio”: un diseño mecánico que retiene el mercurio para volver a usarlo. [6]
Se conoce que el mercurio era tóxico desde época de los romanos, cuando están documentadas las intoxicaciones de los mineros de Almadén de la Plata (España). En la exposición crónica al mercurio elemental se absorbe a través de los pulmones, oxidándose en la sangre a mercurio divalente (Hg2+). El mercurio en forma elemental (Hg(0)) puede atravesar la barrera hematoencefálica y la placentaria. El mercurio afecta al sistema nervioso central, riñón y mucosa de la boca.
(Vía)
En sus formas orgánicas, es capaz de penetrar en la membrana del eritrocito y de unirse a la hemoglobina. La transformación de mercurio elemental a metilmercurio es un proceso biogeoquímico complejo que requiere como mínimo dos etapas: 1) oxidación de Hg(0) a Hg(II), seguida por la transformación a metilmercurio o metilación. La metilación del mercurio está controlada por bacterias reductoras de sulfato y otros microbios que tienden a prosperar en condiciones de bajo oxígeno disuelto como cerca de la interfase agua-sedimento o en algas. Varios factores ambientales influyen sobre la velocidad de metilación del mercurio y la reacción inversa conocida como desmetilación. La concentración de metilmercurio, generalmente aumenta por un factor de diez o menos en cada escalón de la cadena alimentaria, que es lo que se conoce como biomagnificación. Sin embargo, a pesar de las concentraciones de mercurio elemental, Hg(II) y metilmercurio en el agua serán muy bajas como para representar un riesgo para la salud humana. El mayor riesgo para la salud humana es consumir pescado contaminado de las áreas mineras o de fábricas de mercurio, como ocurrió en Minamata.
(Fuente)
(Vía)
El mercurio líquido es muy poco tóxico por vía gastrointestinal al ser escasamente absorbido (de ahí que tener un termómetro de mercurio no sea un riesgo excesivo). Sin embargo, los vapores de mercurio elemental (se forman por vaporización del mercurio líquido metálico) sí penetran y afectan al sistema nervioso central, aunque se conoce poco de la disfunción cerebral. La liposolubilidad de los vapores del mercurio permite que penetre en el cerebro, mucho más rápido que en las formas iónicas del mercurio. [7]
Es probable que los mineros no conocieran todos los efectos tóxicos del mercurio, y que estuvieran expuestos a los vapores de este metal, presentando daños en el cerebro, que pudieran agravar su “fiebre del oro”.
Referencias:
[1] Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad, Primera Edición en El Acantilado, 2002
[2] Wikipedia
[3] Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad, Primera Edición en El Acantilado, 2002
[4] Alpers et al., Mercury Contamination from Historical Gold Mining in California, US Geological Survey, 2005
[5] Wikipedia
[6] Garnet Basque, Gold Panner’s Manual
[7] Manuel Repetto, Ana Camean, Toxicología Avanzada

Fuente:

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