Son
dos obras que no han de dejar indiferentes a nadie, ya que proceden de
personas del mundo sanitario y que conocen bien el terreno por el que se
mueven. Ambos libros vienen de fuera de nuestras fronteras y contienen
acusaciones que deberían de ser tenidas muy en cuenta por las
autoridades responsables de la política sanitaria de cualquier país.
El primero de ellos lleva por título “Guía de medicamentos útiles,
inútiles o peligrosos” escrito por los especialistas Philippe Even y
Bernard Debre. En esta obra se analizan nada menos que 4.000
medicamentos y se llega a la conclusión de que el 50% de ellos son
inútiles, mientras que otro 20% son poco tolerados por los pacientes. Es
una clara denuncia al bombardeo comercial de las empresas
farmacéuticas, en las que aparecen un gran número de fármacos
redundantes (cargados de enormes gastos de marketing para convencer a
los pacientes de que su producto es el mejor) y otros que no han pasado
adecuadamente los controles de calidad a los que se tiene que someter
todo tipo de medicamento.
¿Y en qué fallan esos controles de calidad? Encontramos varias respuestas a esa cuestión en la segunda obra que recomiendo: el último libro de Ben Goldacre (autor del blog “Bad Science” y del libro que lleva el mismo nombre) titulado “Bad Pharma: how drug companies mislead doctors and harm patients”. Mientras que en su libro “Bad Science”, Goldacre nos hace una revisión del mundo de la pseudociencia, y los beneficios de la aplicación del método científico para el análisis de situaciones cotidianas, en “Bad Pharma” describe malas prácticas de las grandes corporaciones farmacéuticas para poner sus productos en el mercado, escapando a los controles que las autoridades imponen.
¿Y en qué fallan esos controles de calidad? Encontramos varias respuestas a esa cuestión en la segunda obra que recomiendo: el último libro de Ben Goldacre (autor del blog “Bad Science” y del libro que lleva el mismo nombre) titulado “Bad Pharma: how drug companies mislead doctors and harm patients”. Mientras que en su libro “Bad Science”, Goldacre nos hace una revisión del mundo de la pseudociencia, y los beneficios de la aplicación del método científico para el análisis de situaciones cotidianas, en “Bad Pharma” describe malas prácticas de las grandes corporaciones farmacéuticas para poner sus productos en el mercado, escapando a los controles que las autoridades imponen.
Esas estrategias son mayoritariamente de dos tipos, unas son
comerciales y otras científicas. Dentro del primer grupo encontramos
sobornos a médicos (directos o mediante asignaciones menos explícitas),
campañas agresivas de publicidad e intentos de copar el mercado. Si esas
prácticas parecen criticables, no son nada comparadas con las
relacionadas con el ámbito científico. Entre ellas quizás las más
peligrosas sean la ocultación de datos y el uso de testaferros. Algunas
compañías ocultan sus resultados sobre la ineficacia o los efectos
secundarios de un fármaco, y dado que los investigadores que participan
en el ensayo poseen un acuerdo de confidencialidad, los resultados de
dichos ensayos negativos quedan escondidos en un cajón.
Hay otra
estrategia para solventar el acuerdo del conflicto de intereses que
imponen las revistas científicas. Éstas exigen que los investigadores
que publican sobre temas biomédicos no tengan conflictos de intereses, o
lo que es lo mismo, sus resultados no deben servir para que la compañía
para la que trabajan gane dinero, o bien haga perder dinero a la
competencia. Si existe ese conflicto, la revista no publicará los
resultados.
Para solventar esto, algunas farmacéuticas contratan
investigadores que se limitan a firmar los trabajos, sin haber
participado en la investigación ni en la redacción de los mismos.
Ambas obras denuncian estrategias nada éticas de las grandes
corporaciones farmacéuticas, y señala el camino a los políticos
responsables de la sanidad de un país: aumenten los controles sobre
dichas empresas y sus productos.
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