Antiguamente, la locura se identificaba con males sobrenaturales,
propios de posesiones demoníacas o como castigos divinos por los pecados
cometidos. Posteriormente se comenzó a identificar como la pérdida de
la razón cuyo único remedio era el confinamiento y los salvajes
experimentos, más propios de la tortura, a los que los enfermos eran
sometidos. En el siglo XIV, lo que había sido un convento de la Orden de
la Estrella de Belén en Londres, se convirtió en el Bethlem Royal Hospital, también llamado Bedlam, y fue el primero en acoger pacientes con enfermedades mentales.
Lamentablemente el hospital no se hizo famoso por ser pionero en
tratar enfermedades mentales sino por el brutal maltrato dispensado a
los pacientes (los considerados violentos o peligrosos eran atados y
encadenados). De hecho, el término Bedlam ha quedado como sinónimo de caos, confusión, alboroto…
Y para rematar la faena, durante el siglo XVIII y parte del XIX,
Bedlam se convirtió en una atracción turística. Por el módico precio de
un penique – el primer martes de cada mes era gratis – se podía
contemplar el espectáculo que brindaban los pobres dementes. Además, si
el espectáculo de aquel día no había cumplido con las expectativas se
podían llevar palos para azuzar a los dementes y elevar el nivel del
show. Algunos también les daban alcohol para ver cómo actuaban
borrachos. En 1814 se registraron más de 96.000 visitas.
Fuentes e imagen: BBC
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