Leonel Moura construye robots capaces de dibujar y pintar con autonomía
Las obras de formato medio se cotizan en el mercado a unos 10.000 euros
Un aparato del tamaño de una licuadora, con los cables y las conexiones a la vista, se mueve con rapidez por la superficie del papel generando con trazo firme palabras que acaban formando mensajes que se van entretejiendo. Es un robot capaz de crear obras de arte que se cotizan en el mercado a un precio medio de 10.000 euros. “Más caras si son de formato grande”, precisa su creador, el artista Leonel Moura, uno de los participantes en Technarte 2012, una reunión de especialistas en el uso de las nuevas tecnologías en el arte que ayer se clausuró en Bilbao.
Moura (Lisboa, 1948) era un artista conceptual que se movía en los terrenos convencionales hasta que hace unos 13 años comenzó a interesarse por la tecnología, los ordenadores y la ciencia. “Empecé a tener más amigos científicos que pintores”, dice. El contacto con aparatos electrónicos cada vez más complejos en un mundo virtual le condujo casi sin querer a la robótica. “La diferencia es que las computadoras siempre hacen lo mismo, mientras que los robots funcionan en el mundo real y tienen más autonomía”, añade. ¿De dónde surge la personalidad de un robot, la autonomía que le convierte en creador de obras de arte? “El robot tiene sensores para ver el mundo de una manera distinta de la humana”, responde Moura.
Cada uno de sus robots tiene, como si fueran los ojos de una mosca, un sistema de sensores que le pone en contacto con el entorno y le permite distinguir los colores y las formas. “El robot hace todo solo y toma la difícil decisión de dar por acabado el trabajo”, explica. “Lo que hace el robot no está preprogramado”. Una vez finalizado el cuadro, como cualquier artista orgulloso de la autoría, firma la obra.
Autonomía y creatividad, sí; capacidad para sentir inspiración artística, no. De eso Moura está seguro: “son máquinas que se limitan a reaccionar a la información que llega de los sensores”. Los errores son los que llevan a los robots a elaborar obras más interesantes, defiende su creador. “Cuando se equivocan crean cosas inesperadas”, señala. Lejos del modelo de robot humanoide, sus creaciones se acercan más a las formas animales. “Se parecen en su comportamiento a los insectos o a las tortugas”, indica su creador. Algunos funcionan con energía solar y solo necesitan un sistema informático de capacidad similar al de cualquier ordenador portátil.
Las obras creadas por los robots de Moura se cotizan en el mercado del arte. En una exposición reciente en una galería de Estambul el robot que crea obrar con textos escritos fue el que más éxito consiguió. El Museo de Historia Natural de Nueva York cuenta con otro de sus robots, de nombre RAP (Robotic Action Painter) en la sala dedicada a la Humanidad. Protegido por una urna de cristal funciona las 24 horas del día realizando obras llenas de color, en las que Moura encuentra cierta relación con el estilo de los expresionistas abstractos. Cada cierto tiempo el museo recopila los cuadros y se los envía. “El contrato dejó claro que las obras que realiza el robot son mías. Soy su galerista”, bromea. Nunca sabe qué puede contener el correo que llega de Nueva York. “Me sorprenden constantemente”, reconoce. “Las obras nunca se repiten”. ¿Quién es el artista, él o los robots? “Los dos lo somos”, concluye.
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