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6 de marzo de 2012

La igualdad nos hace felices


El dinero es importante para ser felices (pero solo hasta cierto nivel). Lo que resulta determinante para nuestra felicidad, sin embargo, es más bien la distancia que hay entre los nosotros y los demás: es decir, la igualdad.

Es la razón de que haya países ricos cuyos ciudadanos se declaran felices o infelices: el modo en que está repartida esa riqueza. al contrario de lo que sucede en países profundamente desiguales como Brasil, Nigeria o EEUU, en Dinamarca, Suecia o Noruega, el PIB per capita sí es indicativo de la redistribución de la riqueza, y por ello están en los primeros puestos de muchos rankings sobre el estudio de la felicidad.

También es importante la libertad, tal y como se señala en el gráfico que encabeza el artículo, donde se establece la correlación entre la felicidad y la libertad percibida por los ciudadanos de diversos países. Una vez más los países europeos, y dentro de ellos, los nórdicos, se agrupan en el vértice superior, allí donde coinciden la libertad y la felicidad.

La capacidad de adaptación en una de las razones por las cuales el dinero importa mucho menos de lo que piensa la gente. Según la leyenda literaria, F. Scott Fitzgerald señaló una vez a Hemingway: “Los ricos no son como nosotros”. Hemingway le quitó hierro al asunto: “Ya, tienen más dinero”, con lo que daba a entender que la riqueza por sí sola no cambiaba mucho las cosas. Tal y como señala el psicólogo Gary Marcus en Kluge:

La gente situada por encima del límite de pobreza es más feliz que la gente por debajo del límite de pobreza, pero los verdaderamente ricos no son mucho más felices que los simplemente ricos. Por ejemplo, un estudio reciente ha demostrado que la gente que gana más de 90.000 dólares al año no es más feliz que la gente que está en la franja entre los 50.000 y los 89.999 dólares. Un reciente artículo de The New York Times describía un grupo de apoyo para multitudinarios. Otro estudio informaba de que si bien la renta familiar media en Japón se incrementó por un factor de cinco entre 1958 y 1987, el nivel de felicidad manifestado por la población no cambió en absoluto; pese a toda esa renta de más, no hubo más felicidad.

Así que recordad. La riqueza absoluta sólo produce felicidad efímera. Y puestos a elegir, preferimos la riqueza relativa a la riqueza absoluta.

Fuente:

Xakata Ciencia

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