Esquema del motor molecular. | Heather L. Tierney.
En la carrera por desarrollar dispositivos cada vez más pequeños, un equipo de científicos estadounidenses ha dado un importante paso al conseguir un motor eléctrico a partir de una única molécula. Se trata del motor más pequeño del mundo y como tal, sus creadores, ya han anunciado que los inscribirán en el libro Guinness de los Récords.
El estudio, liderado por científicos de la Universidad de Tufts, ha sido publicado en 'Nature Nanotechnology'. Las aplicaciones potenciales de este motor son numerosas ya que podría servir de base para desarrollar un nuevo tipo de dispositivos que podrían ser utilizados en campos como la medicina o la ingeniería.
El diámetro del nuevo motor eléctrico mide sólo un nanómetro. El récord hasta ahora era de 200 nanómetros. Para hacerse una idea de su diminuto tamaño, los científicos explican que un cabello humano tiene unos 60.000 nanómetros de diámetro.
"Ha habido progresos significativso en la construcción de motores impulsados por luz y reacciones químicas pero esta es la primera vez que se ha probado un motor molecular alimentado por electricidad", afirma Charles H. Skypes, profesor de Química de la Universidad de Tufts y autor principal de este estudio. "Hemos sido capaces de demostrar que es posible proporcionar electricidad a una única mólecula y conseguir que haga algo que no sea al azar", señala.
Los científicos utilizaron un microscopio de efecto túnel de baja temperatura (LT-STM), que utiliza electrones en lugar de luz para "ver" las móleculas. Consiguieron alimentar con electricidad una molécula que contenía azufre y átomos de hidrógeno y carbono y que había sido colocada en una superficie de cobre.
Los investigadores se dieron cuenta de que si controlaban la temperatura de la molécula podían producir un impacto directo en la rotación de la molécula. La temperatura más adecuada para guiar el movimiento del motor y analizar los datos fue de -450 º Fahrenheit (-232º Celsius).
El motor se mueve a velocidades más rápidas con temperaturas altas, haciendo más difícil medir los datos y controlarlo. Por ello, los investigadores todavía tienen que seguir trabajando para controlar mejor las temperaturas y poder desarrollar aplicaciones prácticas.
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