¿Cuántos habéis llegado a casa sudorosos debido al calor sofocante y lo primero que habéis hecho es correr a la cocina, abrir la nevera y beber un trago de agua helada? Y ¿Cuántos os habéis arrepentido unos segundos después? Exacto, el fastidioso dolor de cabeza, parece que un taladro se te clave en la sien mientras Reno Miller se ríe. En ese momento escuchas a tu abuela gritar desde el sofá “no bebas muy rápido bonica”, demasiado tarde abu…
Y todos nos preguntamos ¿Por qué?
Cuando algo muy frío toca nuestro paladar los capilares se contraen rápidamente disminuyendo la velocidad del flujo sanguíneo (en 18cm/s) para volver a dilatarse a continuación. Este cambio brusco en el diámetro de los vasos es detectado por los nervios sensores de dolor que transmiten esta información al cerebro a través del nervio trigémino. Es el nervio craneal más grande e importante, nace en el cerebro medio y se extiende por toda la cara controlando la musculatura de la masticación y prácticamente toda la sensibilidad facial. Es por esto último que el cerebro interpreta el dolor como proveniente de la frente.
El nombre correcto para este fenómeno es esfenopalatino ganglioneuralgia, aunque se conoce universalmente como Ice cream headache. Afecta a una de cada tres personas y está totalmente monitorizado: el dolor comienza unos 10 segundos después de la ingesta y los picos de mayor dolor se detectan a los 30-60 segundos para finalizar a los 80-90. Además se ha intentado utilizar para modelizar las odiosas migrañas ya que al parecer ambos desordenes abarcan los mismos umbrales en los estímulos sensoriales.
La forma de evitar este horrible dolor es tomar las cosas frías despacio evitando que el primer contacto sea con el paladar. Al dejar el helado en la boca se calienta lo suficiente como para que al tragar no provoque la contracción súbita de los capilares y el consecuente dolor.
Con este último consejo podéis seguir disfrutando de lo que queda de verano tomando una cerveza muy fría o un helado gigante de mil sabores. Felices vacaciones!
Fuentes: Harries M (BMJ, 1997); Hulihan J (BMJ, 1997); Sleigh JW (BMJ, 1997)
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