Él era la Egiptología. Parecía tan inmortal como la civilización que le permitió convertirse en un icono mundial. Zahi Hawas era un faraón con poder omnímodo. Concedía los permisos para excavar, controlaba el anuncio de los hallazgos y acaparaba los flashes. Y defendía la dictadura de Mubarak...
Lo era todo hasta ayer. El ministro de Antigüedades egipcio no sobrevivió a la última purga ministerial. Había logrado salir indemne del naufragio de la dictadura y a finales de marzo, tras una fugaz renuncia, regresó a su oficina.
Con su estilo Indiana Jones y su peculiar inglés, Hawas tenía una enorme habilidad para seducir con el relato de los misterios guardados bajo las arenas del desierto. “Solo hemos descubierto un 30 por ciento”, repetía. Sus historias televisadas fascinaban a una legión de amantes del Antiguo Egipto. Era la mejor campaña turística. Y había liderado con éxito la recuperación de antigüedades robadas hasta conseguir que volvieran a casa más de 5.000 piezas. Le era indiferente que el litigio obligara a vérselas con el Museo Británico de Londres o el Neues de Berlín a propósito de la piedra Roseta o el busto de Nefertiti.
Directo y seco, este faraón de 64 años sufrió una rápida metamorfosis durante la revolución. Basta con hojear la hemeroteca de EL MUNDO. A finales de enero declaraba en una entrevista: “Egipto volverá a la normalidad. Él (Hosni Mubarak) es el único que puede mantener la estabilidad del país”. Con la inesperada victoria de Tahrir enterró las alabanzas al presidente depuesto, que le ascendió “in extremis” en una desesperada remodelación ministerial. Y empezó a cortejar a los revolucionarios. “Ese es el mensaje que lanzamos al mundo. La protección de los monumentos fue garantizada en todo momento por nuestros jóvenes”, aseguraba en otra entrevista a este diario a principios de abril.
“Imagine que la policía se marcha y deja sin seguridad a todo Madrid durante cinco horas. Los madrileños podrían destruirlo todo. Eso no sucedió aquí”, agregaba entonces desde su despacho en la acomodada isla cairota de Zamalek. Pese a sus esfuerzos, Hawas nunca logró el plácet del corazón de la revolución. Su amistad con la ex primera dama, su presencia pública durante el régimen y sus contratos con empresas extranjeras pesaban demasiado.
De hecho, según el New York Times, el ex ministro recibía anualmente unos 140.000 euros de National Geographic en calidad de “explorador residente”. Además, mantenía acuerdos con dos firmas estadounidenses para organizar exposiciones internacionales con piezas tan preciadas como la colección del rey Tutankamón o comercializar su sombrero. Su último negocio fue apadrinar una línea de ropa dirigida a viajeros “que valoran el autodescubrimiento, el historicismo y la aventura”. Con predominio de los tonos caqui, beige, verde oasis o azul índico, la colección se puso a la venta en mayo en las boutiques de Harrods en Londres y Neiman Marcus en Estados Unidos. Muchos no le perdonaron entonces lo que consideraron comerciar con “el legado faraónico cosido en un par de pantalones”.
Hawas siempre mantuvo que los beneficios de su frenética actividad promocional estaban destinados a hospitales infantiles y organizaciones de caridad. Lo cierto es que la estrella de la serie “Persiguiendo a las momias”, del canal estadounidense “History”, despierta tanto furor entre los fanáticos de la egiptología fuera de la tierra de los faraones como inquina entre sus compatriotas, que le reprochaban utilizar la egiptología para ascender al firmamento mediático.
La máxima autoridad de la arqueología patria desde 2002 vivió ayer un triste ocaso. Un grupo de arqueólogos intentó agredirle a la salida del ministerio y tuvo que escapar a bordo de un taxi. Su sucesor ya ha sido designado por el primer ministro Essam Sharaf. Pero, ¿Es un adiós definitivo? Las vidas del doctor Hawas son un enigma. Mejor dejar que el tiempo hable. En la entrevista de abril confesó a modo de epílogo: “Soy un técnico. Nunca estuve en el Partido Nacional Democrático (PND). Trabajo para Egipto y cuando sea elegido un nuevo presidente estaré con él porque no sirvo a individuos sino al pueblo. La egiptología es parte de mi”.
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