Un estudio nuevo financiado con fondos comunitarios sugiere que los bebés, incluso los de muy corta edad, son capaces de comprender y tener en cuenta las perspectivas de los adultos de su entorno. Lo más intrigante es que, al parecer, para ellos se trata de una respuesta automática y que prácticamente no requiere ningún esfuerzo. Este mecanismo se activa mucho antes de que el niño cumpla su primer año de vida. Los resultados de este trabajo se han publicado en la revista Science.
La investigación fue financiada en parte por los proyectos CALACEI («Propiedades universales y específicas de una competencia exclusivamente humana. Herramientas para estudiar la adquisición del lenguaje en la primera infancia: estudios del cerebro y la conducta») y DISCOS («Trastornos y coherencia en la expresión del ego»), ambos financiados por el Sexto Programa Marco (6PM) de la Unión Europea. CALACEI recibió 1,5 millones de euros a través de la actividad NEST («Ciencias y Tecnologías Nuevas y Emergentes»), mientras que DISCOS contó con el apoyo de una subvención de las Redes de formación mediante la investigación Marie Curie por valor de casi 3 millones de euros.
La «teoría de la mente» se define como la capacidad de una persona para deducir las intenciones y las creencias de los demás Dicha capacidad es crucial para la efectividad de las interacciones sociales y puede haber sido básica en el surgimiento de sociedades humanas cooperativas, según indican expertos en la materia.
Con anterioridad a este estudio, la mayoría de los investigadores opinaban que los niños menores de tres o cuatro años carecían de esta capacidad de la teoría de la mente pero los datos obtenidos apuntan a lo contrario.
La Dra. Ágnes Melinda Kovács del Instituto de Psicología de la Academia de las Ciencias de Hungría, beneficiaria de una beca Marie Curie, y sus colaboradores investigaron este fenómeno analizando a adultos y bebés de siete meses de edad mediante una serie de vídeos animados. En estos vídeos se veía una pelota que primero rodaba situándose detrás de una pared pequeña. Seguidamente bien quedaba inmóvil, bien seguía rodando y volvía, o bien se alejaba de la vista rodando.
Los autores indican que los tiempos de reacción de tanto adultos como niños fueron menores cuando la «creencia» del personaje animado en el vídeo con respecto a la ubicación de la pelota se correspondía con su verdadera posición. También fue este el caso cuando el personaje animado desapareció de la pantalla una vez el vídeo llegó a su fin.
El equipo científico aventura que, aunque las personas ya no estén presentes, con independencia de su edad, la gente seguirá recordando sus creencias como representaciones alternativas de la realidad.
«El diseño de tareas realizables con niños muy pequeños contribuirá de manera muy significativa a los esfuerzos actuales por detectar y diagnosticar pronto el autismo. Además, allanará el camino para la aplicación de técnicas de intervención temprana», declaró la doctora Kovács a Live-Science.
«Las interacciones sociales humanas dependen de forma crucial de la capacidad para representar las creencias de otros agentes cuando éstas contradicen las propias, lo que plantea el problema potencialmente complejo de tener en mente dos representaciones contradictorias», explican los autores del estudio. «En este trabajo mostramos que los adultos y los bebés de siete meses de edad codifican automáticamente las creencias de los demás y que, sorprendentemente, dichas creencias de los demás ejercen efectos similares a los de las creencias de los propios participantes.»
Los resultados de este estudio contribuirán a una mejor conciencia de la importante función que ejerce esta capacidad de la teoría de la mente, sobre todo para la capacidad propia de deducir los estados mentales del prójimo.
En el estudio colaboraron investigadores de Italia y Estados Unidos.
Tomado de:
Comisión Europea Noticias