Para mejorar el diseño de los aviones, los helicópteros y otras aeronaves, los científicos observan con atención la naturaleza . El deslizamiento de las serpientes, el vuelo de las gaviotas, y la caída de las semillas de arce sirven de inspiración para sus diseños.
La revista Bioinspiration & Biomimetics del Instituto de Física (IOP, por sus siglas en inglés) acaba de publicar una edición titulada “Vuelo bioinspirado”, que recoge en nueve artículos el conocimiento recopilado por los científicos en este campo a lo largo de los últimos años. La naturaleza supera los mejores avances del hombre en vuelo robótico, ya que incluso la geometría y la dinámica del descenso de una simple semilla de arce sirve de guía a un grupo de investigadores de la Universidad de Maryland (EE UU). El equipo, dirigido por el investigador Evan Ulrich, cree que el vuelo de esta semilla demuestra que los micro-helicópteros podrían simplificarse mucho más, y que estas pequeñas aeronaves podrían imitar el juego que tiene el ala de las semillas de arce para sostenerse en el aire y, sorprendentemente, poder volar hacia delante.
Otros dos artículos tratan sobre las tácticas empleadas para el descenso controlado por salamanquesas y serpientes voladoras. Así por ejemplo, un equipo dirigido por el estudiante graduado Jusufi Ardian de la Universidad de California en Berkeley (EE UU) ha estudiado el truco que emplea una salamanquesa con la cola, que gira hacia la derecha y le permite posicionarse en el aire de tal forma que siempre cae de pie. Este grupo de científicos ha desarrollado un modelo de robot-gecko que emplea la misma táctica en el descenso. Por su parte, el profesor Jake Socha y su equipo de Virginia Tech (EE UU) han observado las increíbles habilidades que despliegan algunas serpientes que pueden “volar”, deslizándose con destreza por el aire, como muestra este vídeo.
Respecto a los descensos tácticos, la edición especial analiza también cómo se queda suspendido el colibrí en el aire de un modo casi perfecto, la explotación intuitiva de las corrientes ascendentes térmicas que hacen las aves y el movimiento mecánico de las alas de los insectos, así como el magnífico sentido del entorno de vuelo que tienen las gaviotas, que les permite ángulos increíbles de ataque y un mayor control en los vientos cruzados.
"Como los biólogos y los ingenieros se suelen formar de maneras muy diferentes, existe una brecha entre la comprensión del vuelo natural que hacen los biólogos y la pericia del ingeniero para diseñar vehículos que funcionen bien", escribe el profesor David Lentink la Universidad de Wageningen (Holanda) en la revista. "En el centro, sin embargo, se sitúan unos pocos ingenieros pioneros que son capaces de establecer puentes entre los dos campos".
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