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1 de septiembre de 2010

El río Rímac sigue muriendo


Impactante reporte sobre la contaminación en el río Rímac, la principal fuente de agua de Lima, capital del Perú (apareció en el diario El Comercio el domingo 29 de agosto de 2010, el día lunes 30 de agosto apareció el siguiente editorial, también el El Comercio)

Empresas mineras, industriales y poblaciones asentadas a lo largo de la ribera agudizan la contaminación. En bocatoma de la Atarjea hallaron 240 mil NMP/100 ml de coliformes fecales; lo permitido es 3.000 NMP/100 ml

Metamorfosis. En sus 130 km de recorrido, el río Hablador nos cuenta una historia llena de contrastes y paradojas. La misma ciudad que bebe de sus aguas lo aniquila en contaminación. Para ver el especial, haga clic aquí

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Imagen

Si desea ver la infografía multimedia de la contaminación del río Rímac puede hacer clic aquí.

De ver y no creer. Nadie imaginaría que en Ticticocha –laguna altoandina de Ticlio a 4.699 m.s.n.m., de aguas limpísimas y refugio de peces y de aves– nace el pestilente río Rímac. Esta pureza líquida es aniquilada prematuramente solo unos kilómetros después: vertimientos mineros en las zonas altas, y de toda índole conforme discurre hacia la costa.

Muerte metal

“Por los metales pesados que encontramos, como plomo y arsénico, es imposible que haya vida”, explica Jaime Rojas, especialista de la Dirección General de Salud Ambiental (Digesa), mientras observa un riachuelo rojizo. Tan solo por el color del agua, los técnicos de Digesa que monitorean mensualmente la cuenca anticipan que, una vez más, los resultados no serán favorables.

Existen cinco grandes operaciones mineras en la cuenca alta del Rímac: Volcan, Los Quenuales, Casapalca, Perubar y la Minera San Juan, que descargan anualmente 22 millones de metros cúbicos de contaminantes efluentes en él (esto podría llenar 8.800 piscinas olímpicas). Pese a que cuentan con plantas de tratamiento, todas enfrentan al menos uno de los 21 procesos administrativos interpuestos entre el 2008 y el 2009 por el Organismo Supervisor de la Inversión en Energía y Minería (Osinergmin), debido a que sus vertimientos incumplían los límites de la ley. Nos referimos a la Resolución Ministerial M011-96-EM (niveles máximos permisibles para efluentes líquidos para las actividades minero-metalúrgicas).

Es tan solo el inicio del drama.

De camarones a ratas

En Lima existía la calle Camaroneros, que tomó su nombre por la reunión de personas dedicadas a tal oficio desde tiempos virreinales. Hasta los años cuarenta del siglo XX podía encontrarse este cotizado y sabroso crustáceo en el río, a la altura del Cercado. Hoy tan solo las ratas arrastran su existencia por sus riberas.

Eso ocurre a la altura del puente Pedregal, en Chosica, donde los desagües transforman el Rímac en un maloliente curso de agua chocolate. Pese a esta conocida contaminación, muchos se arriesgan a entrar en sus aguas.

Lavar en la mugre

Liliana Martínez y otros 30 recicladores se dedican a lavar bolsas sucias en el río también sucio, un insalubre oficio en una zona donde los pobladores del asentamiento humano Brisas de Carapongo, a la altura del km 13 de la Carretera Central, deben soportar la maloliente brisa que llega del río. “A veces estamos almorzando y entra a la casa un olor terrible”, comentan los vecinos.

Lo mismo pasa en Huachipa, en la desembocadura del río Huaycoloro, el afluente más contaminado del Rímac, situado solo un kilómetro antes de la planta de la Atarjea, de Sedapal, donde se potabiliza el agua que bebe Lima.

A este lugar llegan, desde las 6 a.m., pobladores del A.H. Alta Paloma de San Juan de Lurigancho para lavar ropa. “A algunos les han salido granitos en la piel, pero seguimos viniendo porque no tenemos agua”, explica una lavandera.


Vierten de todo

La Autoridad Nacional del Agua (ANA) indica que solo una empresa del Huaycoloro tiene autorización vigente para verter aguas tratadas: la cervecera Ambev. Otras 12, entre las que se encuentran curtiembres, tintorerías, una granja de aves y una conocida empresa de productos lácteos, no cuentan con autorización.

Consultamos al Ministerio de la Producción, ente regulador de los vertimientos industriales, pero no obtuvimos respuesta.

El purgatorio del agua

La Atarjea de Sedapal recibe estas aguas altamente contaminadas que deben purificarse, a un costo de 15 millones de soles anuales, antes de llegar a los hogares capitalinos.

“La contaminación es tan fuerte que monitoreamos cada hora lo que trae el río y, según eso, aplicamos el tratamiento necesario”, explica la ingeniera Yolanda Andía, responsable del área de Producción de Sedapal.

Y es que hasta cadáveres quedan atrapados en las rejillas de la bocatoma, como ocurrió el 26 de julio pasado cuando se halló a un hombre descuartizado.

Por eso, a diferencia de otras plantas del mundo, la Atarjea cuenta con un proceso de pretratamiento antes de iniciar la potabilización convencional del agua.

Solo para eliminar la contaminación biológica (materia fecal, bacterias, entre otros, pero no metales pesados) se usan alrededor de 190 toneladas de cloro mensualmente.

En el Averno

“Cuando era niño, mis amigos y yo nos ‘hacíamos la vaca’ y nos íbamos a bañar al río, al que llamábamos la ‘poza vaquera’. El agua era limpia”, recuerda nostálgico Antonio Ayala, un anciano mecánico que desde hace más de 50 años vive al pie de un acantilado en San Martín de Porres.

“Hoy la gente no respeta nada, arroja basura a toda hora. Mira cómo viene el agua. ¡Es una lástima!”, dice señalando el color marrón fecal del agua que corre bajo el puente Santa María, donde, como si fueran tres condenados del infierno, buscadores de metales y fierros se sumergen en las aguas fétidas del Rímac con la esperanza de encontrar algo de valor. Las casas ribereñas arrojan a través de tubos sus desagües sobre ellos, pero a estos hombres parece no importarles nada.

Las cosas van de mal en peor para el río, que como un muerto viviente continúa su camino hasta enterrarse en el mar, a la altura de la Base Naval del Callao.

Atrás quedó el paisaje celestial de la laguna de Ticticocha. El Rímac aquí es solo un cadáver maloliente de aguas negras donde la contaminación biológica (por coliformes fecales) supera 80 veces la ley*.

No es exageración: los estándares de calidad ambiental (ECA) de agua establecen como límite para medir esta contaminación 3.000 NMP/100 ml para coliformes totales. Pues bien, en la bocatoma 1 de la Atarjea se encontraron 240.000 NMP/100 ml. Una realidad que espanta.

(*) Decreto Supremo 002-2008-Minam: Estándares nacionales de calidad ambiental (ECA) para agua.

Fuente:

El Comercio (Perú)

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