Muchas personas aficionadas a la astronomía, han tenido esta curiosidad. Siempre que hablamos de nuestra galaxia (la Vía Láctea), la representamos como una galaxia espiral con un gran bulbo central brillante. Nuestro sistema solar se encuentra en el que hemos llamado brazo de Orión, entre el brazo de Perseo y el brazo de Sagitario.
Pero, ¿qué es exactamente ese bulbo?
En astronomía se llama bulbo al grupo central de estrellas situado en el centro de las galaxias espirales. Es la zona donde se acumula más masa en la galaxia, también es la zona donde se acumula mayor número de estrellas y la zona donde se sospecha que puede haber un agujero negro supermasivo de alrededor de 2,6 millones de masas solares (ahí queda eso).
No cabe duda de que esa zona, donde seguramente tengan lugar algunos de los fenómenos naturales más violentos que se puedan imaginar (y otros que se hacen difíciles de imaginar), debe ser la que más energía luminosa emita, y por tanto la más brillante. Sin embargo, desde nuestro planeta no observamos ningún resplandor especial. Sí es cierto que la zona de las constelaciones de Sagitario, Ofiuco y Escorpio es la zona de la Vía Láctea es algo más brillante que el resto, y es la dirección que marcan estas constelaciones la que hay que seguir para encontrar el centro de nuestra galaxia.
Cuando miramos a la Vía Láctea, lo que vemos es nuestra galaxia pero de perfil, uno de sus brazos. Cuando miramos hacia el centro galáctico, cabe pensar que deberíamos verlo como algo muy brillante. Tal vez nos hagamos esta idea porque cuando miramos otras galaxias similares a la nuestra (en astrofotografías o a través del telescopio), el ejemplo más claro es M31, vemos claramente un “bulbo” mucho más brillante que los brazos exteriores.
El problema está, en que hay que cambiar el punto de vista. Tenemos que tener en cuenta que nuestra galaxia la estamos viendo desde dentro. Entre el centro galáctico y nosotros, hay tal cantidad de gas y polvo que la luz visible al ojo humano, que proviene del centro galáctico, no llega a atravesar esas zonas (o es muy dispersada) y por lo tanto, no consigue llegar hasta nosotros o lo hace de forma muy débil. Es más, casi todas las radiaciones electromagnéticas quedan “atrapadas” a excepción principalmente de las radiaciones infrarrojas y de ondas de radio.
Debido a que el polvo y gas interestelar bloquea la línea visual que lleva hasta el centro de la galaxia, los científicos, para estudiar el centro de nuestra galaxia, utilizan habitualmente los infrarrojos, las ondas de radio, rayos X de alta potencia o incluso el ultravioleta.
Es cierto que el argumento del polvo y el gas puede ser bastante poco convincente si uno es algo escéptico, lo cuál es bueno. Si nos atenemos a los datos, veremos que todo cobra más sentido. La galaxia Vía Láctea es un objeto con forma de disco que tiene unos 100.000 años luz de diámetro y sólo unos pocos años luz de grosor, eso quiere decir que toda la materia está más o menos repartida en un mismo plano. Para que te hagas una idea, coge dos o tres CDs o DVDs y colócalos apilados, ya tienes una representación aproximada de la Vía Láctea. Si miramos la pila desde cualquier posición, vemos claramente el agujero del centro. Ahora imagina por un momento que fueses una de las moléculas que forman parte de la pila de CDs, formamos parte del disco, sin embargo, hemos perdido la visión directa del agujero, ya no podemos verlo debido a que hay otras moléculas como nosotros y otros elementos entre el agujero y nosotros mismos. En este último caso, si quisiéramos observar el agujero, tendríamos que hacerlo captando algunas ondas que “sortearan” las moléculas que tenemos a nuestro alrededor. Eso es lo que hacemos cuando decimos que el centro galáctico se puede observar utilizando infrarrojos, ondas de radio o rayos X de alta potencia.
Esta fotografía está realizada utilizando una longitud de onda de 90cm y es una representación de una zona bastante amplia del cielo alrededor del centro galáctico:
Dependiendo de la longitud de onda utilizada, veremos una imagen u otra, lógicamente, la señal se traslada al espectro visible para que podamos ver qué es lo que se ha recibido.
Vía: Astrofotografía