Lunes, 07 de septiembre de 2009
Personajes:
Martin Cooper: El padre del teléfono celular
Premiado con el Príncipe de Asturias, echa la mirada atrás hasta el día en que hizo aquella primera llamada
Confiesa que aún no sabe para que sirve el Twitter, pero si tiene cuenta en Facebook.
Declara que nunca ha tocado un iphone, pues prefiere los teléfonoso sencillos (sin mp3, ni cámaras, ni conexión a Internet).
A Martin Cooper (Chicago, 1928) aún le brillan los ojos cuando recuerda aquella primera llamada que realizó, desde un tosco aparato, a un investigador rival en 1973 y que inauguró la era de la telefonía móvil. Aquel prototipo pesaba un kilogramo y su batería sólo permitía hablar durante 35 minutos. Cuando se comercializó por primera vez, Cooper y su equipo habían reducido el peso a la mitad.
El Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2009 (junto al creador del correo electrónico, Raymond Tomlinson), abandonó Motorola, para la que trabajaba entonces, justo antes de que la empresa subiera como la espuma gracias a su invento. Cooper ha estado en Madrid, invitado por la Fundación Telefónica, para hablar del pasado y futuro de una tecnología que él inició hace ahora casi 40 años.
¿Cómo se les ocurrió inventar la telefonía móvil?
La idea no vino de nuestras cabezas sino del mercado. Como tecnólogos, debemos saber lo que la gente necesita. Me di cuenta de que querían una comunicación constante. Durante 100 años, habíamos necesitado un cable. Si pudiésemos fabricar un teléfono que se pudiera usar en cualquier lugar, sin hilos, este sería una parte esencial de nuestras vidas.
Entonces, ¿es un mito aquello de que la idea le surgió viendo una escena de Star Trek, donde el capitán Kirk usaba su comunicador?
[Con una enorme sonrisa] Todo empezó mucho antes que Star Trek.
¿Recuerda dónde estaba cuando hizo aquella primera llamada en 1973?
Por supuesto que sí. Fue en Nueva York, en la Sexta Avenida, cerca del hotel Hilton. Estaba hablando con un periodista, había gente alrededor...
La gente le miraría raro.
Claro que sí y eso no es normal en Nueva York, donde la gente te ignora completamente. Pero en aquella época no existían los móviles.
¿Es cierto que al primero a quien llamó fue a su rival Joel Engel, investigador de Bell Labs, competidora de Motorola, la empresa para la que trabajaba? ¿Fue una broma pesada o eran amigos?
Digamos que nos conocíamos, nos respetábamos, pero él trabajaba para una de las mayores empresas del mundo en esa epoca. Nos miraban a nosotros, a los de Motorola, como un elefante a una pulga. Les incordiábamos.
Aquella llamada fue en 1973 pero, hasta 1983, no se vendió el primer teléfono móvil. ¿Por qué ese retraso?
Pasaron dos cosas. En primer lugar, Motorola quería que hubiera competencia; ATT, un monopolio. El Gobierno apostó por nosotros, pero tenían que elegir a los competidores y fue complicado. Todos querían entrar en el negocio.
¿No fue entonces un problema tecnológico?
También. En 1973 no había una producción industrial de circuitos integrados. Necesitábamos miles de partes montadas casi a mano. Hasta 1983, hicimos cinco modelos diferentes, cada uno mas pequeño y fácil de construir que el anterior.
Aquel Motorola DynaTAC costaba 3.500 dólares de la época. Hoy se comprarían 100 teléfonos con ese dinero. ¿Los cambios en la telefonía móvil sólo han sido de cantidad?
También de calidad. Aquel teléfono sólo servía para la voz, no había datos. Ahora, con los nuevos teléfonos, tenemos una cámara, un mp3...
Muchos de esos teléfonos son complicados de usar para las personas mayores. ¿Usted no tiene ese problema?
No, yo no. Pero sí creo que hay muchos problemas de usabilidad. Mi mujer es una inventora también. Ha creado este teléfono [el de la imagen] para las personas que necesitan uno sencillo, donde no hay que aprender mucho.
En su biografía pone que estuvo cuatro años en la Marina de su país y que participó en la guerra de Corea. ¿Llegó a entrar en combate?
Disparamos nuestros fusiles varias veces; espero no haber herido a nadie. Estaba en un destructor. A lo largo de la costa había un ferrocarril al que intentábamos destrozar las vías. Lo hacíamos durante el día y durante la noche, el enemigo lo volvía a reparar. Esa fue mi guerra.Desde entonces, han pasado 50 años. La tecnología ha cambiado mucho, pero la guerra sigue.
Que yo haya participado en aquella guerra no significa que yo crea en la guerra. Se podrían solucionar los problemas trabajando juntos.
Después de Corea, entró a trabajar en Motorola. ¿Qué fabricaban entonces?
Radios, walkies talkies...
En esa época trabajaba por el día y estudiaba por la noche. Eso no es muy habitual hoy.
Pues yo creo que es algo normal. Trabajé para conseguir mi máster y, por la tarde, enseñaba en las escuelas. Lo importante es mantener activa la mente todo el tiempo.
Después, salió de Motorola y creó su propia empresa, ArrayComm, una compañía que diseña antenas inteligentes. Por aquella época, estableció su propia ley de Cooper, que establece que la cantidad de información que puede soportar un rango dado del espectro se dobla cada 30 meses. ¿Se viene cumpliendo su ley?
Mas que una ley, era un comentario, una observación. Pero el mayor obstáculo para el futuro tecnológico de las comunicaciones es el espectro necesario, el canal.
Algunos líderes políticos, como Barack Obama, creen que la tecnología puede sacar al mundo de la crisis. ¿Está de acuerdo con él?
La tecnología es la fuerza más importante, permite mejorar la productividad. Eso es lo que ha hecho, en el fondo, el teléfono móvil. Pero también creo en el mercado libre. Necesitamos competencia entre las empresas para que tengan la fuerza necesaria para invertir para el futuro. No vamos a crear nuevas tecnologías sin invertir. Por lo tanto, me opongo a la intervención de los gobiernos. No quiero entrar en un debate político, pero sé que Telefónica, por ejemplo, paga muchos impuestos y no creo que esa sea una buena postura por parte de los gobiernos.
De no haber inventado el teléfono móvil, ¿que le habría gustado inventar?
He inventado cosas desde que era niño. Mi primer invento, cuando tenía ocho años, era un tren que entraba en un túnel y dentro de él había un vacío. El tren entraba como un imán, sin fricción. Otra cosa que me obsesiona son las interfaces. Los teclados son horribles. Tendríamos que pensar en algo más natural. Llevo 40 años pensando en ello, pero no he encontrado la solución aún.Fuentes:
ABC. es
Publico.es