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14 de octubre de 2007

Cambio climático en la región.

Especial del GDA.






Casi todos los estudios científicos coinciden en señalar que el cambio climático es la mayor amenaza del siglo XXI con consecuencias económicas, sociales y ambientales aún imprevisibles, y que actualmente ya comienza a causar severos estragos en amplias regiones del planeta.

Precisamente, por su defensa mundial del medio ambiente, el ex vicepresidente de EE.UU., Al Gore, ha obtenido el Nobel de la Paz.

Una de estas zonas afectadas es, sin duda, el continente americano y, principalmente, los países de la región amazónica que tienen enormes riquezas naturales, pero que son catalogados como los más vulnerables por los daños que les ocasionará el calentamiento global.

En Chile, las temperaturas medias aumentarán, la superficie de los glaciares disminuirá. Lloverá menos, salvo en el altiplano norteño y en los verdes paisajes de la zona austral.

El Estado Chileno trabaja una política eje de la agenda nacional. Pero el tema implica demasiados factores. La Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) ha encargado catastros y modelos y trabaja en la elaboración de un plan de acción.

Uno de los más importantes, el "Estudio de la variabilidad climática para Chile en el siglo XXI" (www.conama.cl/portal/1301/articles-39442_pdf_Estudio_texto.pdf), se lo encargó la Conama al Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile. Entrega escenarios espantosos y también benignos. Considera una configuración de dos escenarios para el siglo XXI, especialmente entre el 2070 y 2100. Uno moderado, con aumentos de temperatura del orden de 1 a 3 grados, y otro severo, con incrementos de 2 a 4 grados.

Desde luego las fotografías de la Cordillera de los Andes se verán menos apoteósicas, porque el límite inferior de las nieves subirá, en la zona central del país, entre 300 y 500 metros. Pero esto tiene consecuencias graves: habrá menor capacidad para acumular nieve, más escurrimiento en invierno y menos en verano, y un aumento de los torrentes de los ríos, con mayor probabilidad de inundaciones.

NEVADOS EN COLOMBIA
Nelson Cardona, uno de los montañistas más experimentados de Colombia, ha escalado dos veces en el Everest, la montaña más alta del mundo, y también ha liderado otro par de recorridos por otras montañas del Himalaya.

Y uno de sus sitios de entrenamiento preferidos para emprender esas expediciones de largo aliento, que han incluido aventuras en el Polo Norte y Rusia, siempre ha sido el volcán-nevado del Ruiz, uno de los más emblemáticos de Colombia.

Lo ha subido decenas de veces para poner a punto su estado físico, caminatas durante las que también ha sido testigo de su degradación. Cardona dice que alcanzó a entrar en cuevas heladas en las que el hielo cambiaba de colores según la posición del sol, y que hoy solo se ven en recordatorios o en los archivos fotográficos de algún turista. Dice que los glaciares Oso y Diablo Rojo han perdido más de 500 metros de nieve, y el de Nereidas, uno de sus favoritos y donde practicaba ascensos de 20 o 30 metros en hielo, ya no existe.

"El retroceso del Ruiz y de las otras montañas del Parque de los Nevados --una de las zona de reserva más grandes del país que alberga tres nevados más llamados Tolima, Santa Isabel y Quindío -- es irreversible y en poco tiempo no los volveremos a ver", dice.

Cardona, al igual que muchos expertos, sabe que ese diagnóstico dramático es causado por el cambio climático.

Según el Instituto de Hidrología y Estudios Ambientales de Colombia (Ideam), el Ruiz y el Tolima son los nevados más golpeados del país por este fenómeno global. El Ruiz ha perdido el 45% de su área glaciar y podría desaparecer en 6 años. Su situación se agravó por el deshielo que tuvo en 1985 a raíz de la erupción que luego provocó la avalancha de Armero (Tolima), por la que murieron más de 20 mil personas.

Y como si se tratara de definir un ránking de los nevados más afectados de Colombia, ellos dos se pelean los primeros lugares con el Santa Isabel, al que el Ideam le pronostica no más de 20 años de vida. Tampoco se salva de los cambios climáticos el nevado del Huila, cuya superficie glaciar (hielo y nieve) pasó de 17 a 12 kilómetros cuadrados, sin que se tenga certeza de las consecuencias que sobre su cima hayan tenido las recientes erupciones, la más próxima ocurrida el 18 de abril de este año.

EL DESHIELO EN ECUADOR
Entre 1998 y el 2006, las nieves perpetuas perdieron el 27,8% de su superficie en Ecuador. La pérdida de fuentes de captación de agua para las grandes ciudades y daños en la biodiversidad son los principales efectos.

A Bolívar Cáceres no le congelan los glaciares, más bien le apasionan. Sin embargo, el geólogo ecuatoriano ahora está preocupado porque sabe que estos gigantes de hielo están perdiendo consistencia ante la fuerza del calentamiento global. En su último inventario hecho en el 2006, descubrió que estos se han reducido en 27,8%.

Y eso es fácil darse cuenta cuando se visita al volcán Cotopaxi, 89 kilómetros al sur de Quito.

Mientras la excursión se va aproximando al coloso de 5.897 m de altitud, se descubre que una mancha rojiza está carcomiendo a la nieve perpetua.

Aún más, cuando se empieza el ascenso a pie se descubre que en el camino ya no hay nieve perpetua, solo está cubierto por arena y piedras volcánicas. La también geóloga Ana Luz Borrero todavía recuerda que, en una de sus visitas al lugar hace 10 años, los extremos de los glaciares se prolongaban hasta el refugio José Ribas, instalado en el costado noroccidental a 4.800 metros de altitud.

En octubre pasado regresó, pero esta vez se vio obligada a ascender más arriba de los 500 metros para volver a pisar sobre nieve perpetua. En ese entonces, una misión de glaciólogos que también visitó el lugar calculó que a esa altitud, el espesor de la nieve apenas era de 20 metros. El resto ya solo era tierra volcánica. Lo lamentable es que en Ecuador todavía demoran las grandes medidas para afrontar las secuelas del calentamiento global. Las acciones aisladas son contadas. Entre estas se encuentran los seguimientos hechos a glaciares del Cotopaxi, de los glaciares 15 y Los crespos del Antisana, y del Carihuairazo.

Por su parte, el Ministerio del Ambiente, según reconoce Julio Cornejo, se limita a advertir a los diferentes organismos estatales relacionados con el ambiente que se tomen las acciones necesarias. Pero hasta ahora sigue pendiente una verdadera política de Estado.

Las consecuencias del calentamiento global en el Perú
En el Perú, los efectos del calentamiento global son muy serios. Pese a que nuestro país es causante de solo el 0,4% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los impactos que el calentamiento genera en su territorio son muy severos, en especial en la preocupante reducción de nevados, el aumento de sequías y heladas, entre otros, los cuales, según modelos climáticos realizados por instituciones científicas, tenderán a intensificarse y ser más frecuentes.

El costo de la degradación ambiental en el Perú --señalan por su parte en el Banco Mundial-- es más alto que en otros países con niveles de ingreso similares. Una de las preocupantes imágenes de esta radiografía ambiental del Perú es, sin duda, el efecto de la reducción de nevados por el cambio climático.

Estimaciones realizadas por varias instituciones científicas, como el Instituto Nacional de Recursos Naturales, el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología y otros organismos internacionales, ya han coincidido en que en el Perú --que posee 20 cordilleras con presencia de glaciares-- se ha perdido en los últimos 35 años el 22% de superficies glaciares. Esto ha generado una pérdida de recursos hídricos de más de 12.000 millones de metros cúbicos, lo que supera el consumo de agua de Lima, durante más de 10 años.

Fuente:

El Comercio

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