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7 de agosto de 2007

Células madre:
Una gran promesa para la ciencia.


La célula es la forma básica de vida que se originó hace más de 3.000 millones de años con procariotes; es decir, las células que no tienen núcleo.

Por Tomás Unger

A fines del siglo XVII el científico inglés Robert Hooke, al observar al microscopio el corcho notó que tenía una estructura compartimentada. Comparó la forma de los compartimentos a las celdas monasteriales y los bautizó con su nombre en latín: células. Un siglo y medio después dos científicos alemanes* desarrollaron la teoría de la célula, la que establece que todos los organismos vivos se componen de una o más células. Las células más sencillas, llamadas procariotes (del griego: anterior al núcleo), no tienen núcleo y son la forma de vida más numerosa. Las células eucariotes (del griego: con núcleo) son las que forman los organismos superiores.

LOS TEJIDOS
Cuanto más desarrollado un organismo, tiene una mayor variedad y complejidad de tejidos, lo que supone una gran variedad de células. El organismo humano contiene unos 100 millones de millones (una cifra con 14 ceros) de células. La célula típica mide unas 10 micras, esto es 10 milésimas de milímetro, y pesa un nanogramo, un mil millonésimo de gramo. Existen células muy grandes, como el huevo, y en el caso de los humanos el óvulo es la célula más grande.

Sin embargo, hay células más largas, como las neuronas, cuyas dendritas (filamentos de conexión) llegan a tener varios centímetros de largo.

Los diversos órganos del cuerpo humano tienen tejidos especializados. En el cerebro son diversos tipos de neuronas, totalmente diferentes en su forma y función de las células que forman los músculos --entre ellos el corazón-- y, a su vez, de las que forman el hígado o alguna otra parte del cuerpo. El proceso de la reproducción parte de un óvulo fertilizado que, con las instrucciones del código genético (ADN y la ayuda del ARN, ácido ribonucleico transcriptor**), va formando diversos tejidos. El punto de partida es un pequeño grupo (entre 50 y 150) de células que contienen el blastocisto, embrión a los cuatro o cinco días de fertilizado.




CÉLULAS TOTIPOTENTES
Las células del blastocisto son las originales células madre que tienen la capacidad de construir cualquier tipo de tejido. Por esta razón se llaman totipotentes, o sea que lo pueden todo. El término célula madre ('stem cell', que en inglés significa célula inicial) se aplica a varios tipos de células con capacidad de generar diversos tejidos. Así, hay células pluripotentes, descendientes de las totipotentes que pueden producir una gran variedad de tejidos. Las llamadas multipotentes (que pueden hacer muchas cosas) son las que producen solo células similares, o de la misma familia, como es el caso de las hematopoyéticas (de la familia de las que componen la sangre). Por último, están las unipotentes, las que solamente pueden producir un tipo de célula pero que, debido a su capacidad de renovarse, se distinguen de las demás y merecen el nombre de células madre.

LA REPARACIÓN
La principal característica de las células madre, desde las totipotentes hasta las unipotentes, es la capacidad de regenerar tejidos. Aún no se conoce el mecanismo por el cual la presencia de una célula madre desencadena un proceso de regeneración de los tejidos. Se cree que pequeñas secciones de ARN juegan un papel importante en el control de la información que decide el tipo de célula. Se ha comprobado que la inyección de células madre en un determinado tejido inicia un proceso de regeneración propiciando su crecimiento. Esto ha abierto un nuevo campo a la medicina y un debate sobre los recursos para aplicarlo. El aspecto más conocido, tanto de la aplicación de las células madre como del debate que ha originado, es el que se refiere a las células totipotentes.

Las células madre que ofrecen más posibilidades de aplicación terapéutica son las totipotentes, que se encuentran en el embrión. También hay células madre en el líquido amniótico que rodea al feto y el cordón umbilical, pero las más efectivas son las del blastocisto. Para obtenerlas se requiere un óvulo fertilizado de cuatro a cinco días de edad. Según algunos, este óvulo ya representa una vida humana, por lo que consideran que debe dejarse desarrollar y se oponen a su terminación para obtener células madre.

Diversos países han enfrentado el problema en forma diferente. En algunos de ellos, como EE.UU., continúa el debate, en otros el cultivo de células obtenidas del embrión sigue adelante. Mientras tanto, se está haciendo uso de células pluripotentes y multipotentes obtenidas tanto de cordones umbilicales como del mismo cuerpo. Esto último es un proceso que ya se está aplicando con éxito y que se inició con los trasplantes de médula para combatir enfermedades de la sangre, entre ellas la leucemia.

SITUACIÓN ACTUAL
Actualmente se está aplicando terapia de células madre para tratar el enfisema y el infarto del miocardio sin recurrir a las embriónicas ni a las del cordón umbilical. La terapia consiste en el uso de células madre del organismo adulto, extraídas de la médula del mismo paciente que, en el caso del enfisema, se inyectan a la sangre hasta que encuentran su camino al pulmón, donde regeneran los tejidos. En el caso del miocardio, músculo del corazón, que ha quedado averiado a raíz de un infarto (necrotizado por falta de irrigación), las células se inyectan directamente al músculo, donde inician un proceso de regeneración del tejido. También se aplica en lesiones de médula espinal (caso de paraplejia y cuadriplejia). Estas terapias han sido iniciadas hace muy poco, pero algunas ya se practican en el Perú.

Por el momento no se conoce los mecanismos a escala molecular con los que actúan las células madre. A medida que avanza la biología molecular se irán descifrando los procesos descritos. Se sospecha que están involucradas las llamadas microRNAs, pequeñas secciones del ARN que dan instrucciones para sintetizar proteínas, parte clave del proceso. En un futuro próximo nos ocuparemos del mecanismo de la célula, sus órganos y funciones, que es la base de vida.

* El botánico Matías J. Schleiden y el biólogo Theodor Schwann.
** ARN es el ácido ribonucleico que se diferencia del ADN (acido desoxirribonucleico) en tres aspectos: su estructura tiene el azúcar ribosa a diferencia de la desoxirribosa, no es una doble sino una simple hélice y contiene urasil en vez de timina.

Fuente:

Vida & Futuro (El Comercio)
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