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15 de abril de 2011

La vida emergió del mar 500 millones de años antes de lo pensado


Los organismos eucariontes que se desarrollaron en el suelo terrestre pudieron emerger del mar antes de lo pensado, según un estudio del Colegio de Boston en Weston (Estados Unidos) que se publica en la revista 'Nature'.

Los investigadores, dirigidos por Paul Strother, describen en su trabajo microfósiles descubiertos en rocas de mil millones de años de antigüedad en el noroeste de Escocia, 500 millones de años antes de lo estimado. Estos microfósiles son estructuras multicelulares diversas con paredes orgánicas y que miden hasta un milímetro de longitud.

Los autores también proporcionan evidencias de que estos eucariotas simples vivieron en hábitats de agua dulce y que estuvieron expuestos al aire en hábitats fuera del agua.

La vida se originó en el mar hace más de 3.000 millones de años, sin embargo, los primeros signos de vida en tierra firme no se han definido con claridad. La identificación de eucariontes en las localizaciones no marinas descritas en el trabajo actual indica que la evolución de los eucariontes en el suelo pudo haber comenzado mucho antes de lo pensado.

Fuente:

Europa Press

26 de enero de 2010

El origen evolutivo de las mebranas eucariotas

Martes, 26 de enero de 2010

El origen evolutivo de las mebranas eucariotas

Si desea conocer más lea el artículo De Procariota a Eucariota en los archivos de Conocer Ciencia.

El origen de la célula eucariota sigue siendo un misterio para la ciencia. A pesar de ello cada día tenemos más piezas de conocimiento para montar el puzzle que significa una célula eucariota tal y como hoy la conocemos. Sabemos ya, gracias a los trabajos de Lynn Margulis, el origen procariota de mitocondrias y cloroplastos. También se postula un origen similar para el citoplasma celular, los cilios y flagelos, así como de sistemas de microtúbulos internos de la célula. En un trabajo recién publicado también se apunta a un origen bacteriano de las membranas internas, esas que rodean algunos compartimentos, de la célula eucariota. Os lo presento tal y como hacen los autores de este trabajo

Célula de Gemmata obscuriglobus, un miembro del phylum Plantomycetes. El DNA aparece coloreado de púrpura y el contenido de las vesículas en verde. Crédito de la imagen: R. Santarella-Mellwig (microscopía electrónica) y C. Panagiotidis (diseño gráfico)


La formación de sistemas internos de membranas fue un paso importante en la evolución de la célula eucariota. Las proteínas de las envueltas membranosas, que presenta una ordenación única, con una estructura de dominios repetidos de alfa-hélice y hélices enrolladas, juegan un papel crucial en la configuración de la forma de la célula.

Estas proteínas quizás estuvieron presentes en las células eucariotas ancestrales, pero nunca se han encontrado en ninguna bacteria o arquea, al menos después de rastrear la secuencia de todos los genomas que se conocían hasta la fecha.

Empleando un protocolo de detección basado en la estructura tridimensional de las proteínas, se analizaron todas las proteínas existentes en los bancos de datos. Aparte de los eucariotas, se identificó la estructura de proteínas de membrana eucariota en bacterias del superphylum Planctomycetes-Verrucomicrobia-Chlamydiae (PVC), pero no en otras bacterias. Los autores pudieron determinar que estas proteínas están localizadas en versículas dentro de bacterias tales como el planctomicete Gemmata obscuriglobus.

Los resultados obtenidos por este grupo demuestran similitudes entre la compartimentación que existe en eucariotas y procariotas, sugiriendo que el superphylum PVC contribuyó significativamente a la eucariogénesis.

Fuente:

La Ciencia y sus demonios

24 de enero de 2010

Cómo pasar de procariota a eucariota


Domingo, 24 de enero de 2010

Cómo pasar de procariota a eucariota

Los mecanismos moleculares que han llevado a originar una célula eucariota sigue siendo una de las grandes preguntas en el campo de la biología evolutiva. Aquellos que ven la evolución como algo perverso, plantean esto como un problema inabarcable para la ciencia, y por tanto debemos de aceptar la creación de todos los seres vivos en su forma actual, como única alternativa posible. Además, en su afán de desacreditar la evolución, plantean experimentos tan absurdos como esperar que una bacteria se transforme en eucariota bajo la atenta mirada de un investigador en el microscopio.

Dejando ideas peregrinas aparte, la ciencia plantea varias hipótesis acerca del origen de la célula eucariota. Una de ellas es la que hipotetiza un origen simbionte de los eucariotas.


simbionte

Según esta hipótesis la célula eucariota ha surgido por una asociación entre un ancestro eucariota (un núcleo rodeado de membrana) o bien una arqueobacteria que ha establecido simbiosis con otras bacterias, que son el origen de las mitocondrias (producen ATP), cloroplastos (obtienen energía a partir de la luz) o cilios (que permiten el movimiento).

Esta hipótesis es muy atractiva pero, ¿está basada en pura especulación o por el contrario existe alguna evidencia experimental de que esto puede ser así?. Evidentemente lo que no se puede hacer es esperar que estas asociaciones se establezcan ante nuestros ojos en el laboratorio, pero sí podemos escudriñar y buscar en la naturaleza algún modelo que nos permita comprobar si esto es factible.

En el norte de Australia vive una especie de termitas cuyo nombre científico es Mastotermes darwiniensis.


termita4

Este voraz insecto se alimenta de madera, entre otros sustentos vegetales. Un componente muy abundante de la madera es la celulosa, un polímero que no es fácil de digerir. El intestino de las termitas constituye un interesante ecosistema donde abundan las bacterias y los protozoos. Muchos de ellos ayudan a la digestión de la celulosa. Son tan importantes, que sin estos microorganismos, la termita no podría digerir este polímero glucídico.

Uno de los protozoos que reside como simbionte en el tubo digestivo de la termita es Mixotrica paradoxa un eucariota móvil descrito por vez primera en 1933 por J.L. Sutherland.


mixotrica

Este organismo eucariota está lleno de curiosidades. En primer lugar no posee mitocondrias. En su lugar posee bacterias endosimbiontes en su citoplasma que suministran al protozoo el ATP necesario para vivir. Mixotrica es móvil, y para poder moverse posee una serie de flagelos en uno de los polos de la células. Sin embargo estos flagelos sólo le permiten rotar sobre sí mismo, no puede avanzar ni retroceder. Esta tarea la llevan a cabo 250.000 espiroquetas, como las de la foto, que se encuentran insertadas en las membranas celulares.


espiroqueta

Y esas bacterias que están asociadas al protozoo son imprescindibles para que Mixotrica pueda vivir. Sabemos que los antibióticos presentan una leve toxicidad para las células eucariotas, mientras que matan a los procariotas. Se ha podido comprobar que la adición de concentraciones de antibiótico que no son tóxicas para eucariotas, pero sí matan bacterias, impedían el desarrollo de Mixotrica, lo que sugiere que las bacterias asociadas al protozoo son necesarias para su supervivencia.

En resumen Mixotrica es un bonito modelo que aportar evidencias de simbiogénesis como origen de la célula eucariota. La combinación es posible y viable, al menos en el entorno en el que estos organismos viven.

Referencias:

Fuente:

La Ciencia y sus demonios

7 de diciembre de 2007

Arqueas: tercer dominio de la vida.

Su descubrimiento, hace 30 años, revolucionó la clasificación de los organismos.



"Por supuesto que son bacterias", cuenta el microbiólogo Ralph Wolfe que le contestó a su colega Carl Woese cuando éste le comunicó que los microorganismos generadores de metano que habían incluido en sus estudios genéticos tenían que ser diferentes de las bacterias y de todos los demás seres vivos conocidos. Era entonces el año 1977 y este equipo de investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign (EE UU) acababa de descubrir las arqueas, un increíble hallazgo que cambiaría por completo la clasificación de la vida. Ahora, 30 años después, la Universidad de Illinois ha celebrado recientemente un acto conmemorativo en el Museo Spurlock para recordar aquella investigación y plantear cómo los análisis genéticos continúan revolucionando la biología y, en particular, la ecología microbiana.

La primera reacción de Wolfe estaba justificada, pues, a través del microscopio, aquellos microbios metanogénicos que sólo crecían en ambientes sin oxígeno tenían el mismo tamaño y la misma apariencia celular que cualquier bacteria. Desde el punto de vista del estudio morfológico tradicional, eran iguales. Y por ello se los situaba dentro del superreino de las bacterias, uno de los dos en los que se clasificaba entonces toda la vida del planeta, junto al de los eucariotas (formado a su vez por los animales, las plantas, los hongos, las algas...). Sin embargo, los novedosos análisis genéticos llevados a cabo por el equipo de Woese obligaban de pronto a redibujar este árbol de la vida y a añadir una tercera gran rama.

En sí, los estudios del equipo de Woese, integrado por George Fox, William Balch y Linda Magrum, aparte de Wolfe, se centraban en comparar distintos organismos a partir de ARN ribosómico (ARN-r), una molécula presente en todos los seres vivos, además de una especie de firma genética que distingue a cada grupo biológico. Fue al analizar las series de nucleótidos del ARN-r de los metanogénicos cuando descubrieron que no se correspondían con ningún otro ser vivo.

Wolfe tuvo que comprobar él mismo las secuencias para admitirlo: "Me convertí en un creyente", comentaría luego. La revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) publicó el hallazgo en octubre de 1977 y un mes después sacó un segundo artículo en el que los investigadores de la Universidad de Illinois proponían ya una nueva clasificación de la vida con tres superreinos o dominios: eucariotas, eubacterias y arqueobacterias. Unas denominaciones que más tarde se modificarían por eucariotas, bacterias y arqueas. Click para agrandar la imagen.





"Se produjo un asombro generalizado y un sentimiento de que algo grande había sido descubierto", recuerda Woese, que a sus 79 años continúa trabajando en el Institute for Genomic Biology de la Universidad de Illinois. Sin embargo, no todos los científicos estaban dispuestos a aceptar este cambio y algunos lo consideraron una hipótesis fantástica basada en datos poco fiables. Tuvieron que pasar años para que se acabara imponiendo el tercer dominio de la vida. Con todo, en 2003, Woese recibió el Premio Crafoord, un galardón otorgado por la Real Academia Sueca de Ciencias a los científicos con campos de estudio que no entran en ninguna de las categorías de los Nobel.

"Ha sido una revolución copernicana en la forma de establecer las relaciones de parentesco entre los seres vivos", asegura José Luis Sanz, profesor titular de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), que explica que los investigadores estadounidenses eligieron el nombre arquea, o archaea, que significa arcaico o antiguo, porque aquellos microorganismos que estudiaban crecían en ausencia de oxígeno y producían metano, lo que recordaba a una atmósfera primitiva de los orígenes de la vida. "Fue casualidad, pero Woese acertó", detalla el microbiólogo español, "pues aunque por técnicas moleculares se ha detectado la presencia de muchas arqueas que no viven en estos ambientes extremos, lo cierto es que de los tres dominios éste probablemente sea el más antiguo".

Hace 30 años, eran poco más de media docena las especies conocidas que podían integrar el superreino recién descubierto por los investigadores de la Universidad de Illinois. Hoy, como detalla el profesor de la Autónoma de Madrid, se han descrito unas 250 arqueas, si bien se supone que deben de ser millares. Como ocurre con las bacterias, de las que también se han descrito tan sólo unas 7.000 especies, resulta muy difícil aislar e identificar de forma precisa estos seres vivos que se cree son justamente los más numerosos. Y esto obliga a los científicos a trabajar con complicadas secuencias genéticas con las que poder comparar las arqueas entre sí. "Las técnicas de ecología molecular permiten tener una idea de la composición microbiana de un ecosistema, pero no caracterizar cada metabolismo concreto", destaca Sanz, quien cree que todo esto obligará a volver a la microbiología tradicional.

Por otro lado, aunque se tiene la certeza de que existen arqueas en hábitats considerados normales por el ser humano, se da la paradoja de que todas las descritas proceden de los más extremos: por encima de los 80 grados centígrados de temperatura, ambientes sin oxígeno, aguas hipersalinas o ácidas... Asimismo, no dejan de quedar algunos interrogantes muy interesantes por resolver: "¿Cómo es posible que se puedan encontrar individuos del género Sulfolobus, una arquea que vive a 80 grados y con un pH de 2.5, en géiseres de EE UU, Islandia, Japón o Italia que no tienen ninguna conexión entre sí?", se pregunta el microbiólogo español.

Fuente:

El País (España)
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