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29 de abril de 2013

¿Por qué hay un espejo en el interior de los ascensores?



Bueno, no siempre hay uno, aunque sí, es muy corriente.

¿Y por qué hay un espejo en el ascensor? ¿Para que veamos nuestro aspecto? ¿Para que nos acicalemos? ¿Para que hagamos muecas?

En los ascensores exteriores hay cristaleras que permiten ver el exterior y no hay espejos. En los modernos y rápidos ascensores de gran capacidad de personas, tampoco suele haberlos.

¿Y por qué en estos no? Pues porque aquí no son necesarios.

En los acensores de pequeño tamaño, es decir, en la mayoría, suele haber un espejo para dar una sensación de un espacio más grande, de amplitud. Así se alivia la angustia al encierro que a algunas personas les pueda producir el reducido habitáculo del ascensor.

Por otro lado, la existencia del espejo nos distrae. Nadie se resiste a echar una mirada (a veces es imposible al haber tres paredes de espejo) y así se ocupa nuestro tiempo causándonos la impresión de que el trayecto es más corto.

Como se ve, son motivos psicológicos que perduran de los tiempos de los primeros ascensores instalados en edificios altos, cuando los usuarios se quejaban del reducido espacio y la lentitud de esos antiguos aparatos.

Fuente:

Saber Curioso

16 de octubre de 2012

El curioso comportamiento de la gente en los ascensores


Un poco de historia

Ascensores
  • Siglo I a.C: los romanos usan montacargas con un sistema de poleas empujados por seres humanos, animales y agua.
  • 1880: fábricas en Inglaterra usan ascensores movidos por engería creada por vapor.
  • 1853: Elisha Graves Otis presenta una válvula de seguridad para evitar que los montacargas se caigan, abriendo el camino para la creacion de ascensores para personas.
  • En la década de 1950: se implementa un sistema de seguridad para cerrar las puertas, eliminando la necesidad de un operador.

Ascensor

Cuanta más gente se sube, más incómoda es la situación.

Es uno de los viajes que muchos de nosotros hacemos con más frecuencia al día. Y, sin embargo, cuando lo hacemos, no podemos evitar experimentar una cierta sensación de ansiedad.

Se trata nada más y nada menos que del viaje en ascensor, un recorrido que a pesar de durar unos pocos segundos nos suele resultar ligeramente incómodo. 

"Casi todos nos encerramos en nosotros mismos. Entramos, presionamos el botón y nos quedamos perfectamente quietos", le explicó a la BBC Lee Gray, investigador de la Universidad de Carolina del Norte, en Estados Unidos.

Tal es el interés que despierta en Gray el estudio y análisis de esta actividad que la gente lo llama "el hombre del ascensor".

"El elevador se convierte en un espacio interesante, en donde las normas de comportamiento se vuelven extrañas", explica. "Son ámbitos socialmente curiosos a la vez que muy raros".

Las conversaciones que comenzaron en el hall tienden a extinguirse rápidamente en la densa atmósfera del ascensor. Por lo general entramos y nos damos vuelta para ponernos de frente a la puerta.

Si alguien más entra, puede que tengamos que movernos. Y aquí es donde los pasajeros comienzan a hacer -sin pensarlo- una seguidilla de movimientos semejantes a los pasos de un baile preestablecido.

El baile del ascensor

Dados

Al igual que en los puntos en los dados, la gente tiende a pararse en un lugar específico.

Cuando estamos solos podemos hacer lo que queremos: la pequeña caja es toda nuestra.

Si hay dos personas, cada uno se ubica en una esquina. Pararse en diagonal, es la forma de crear la mayor distancia posible.

Cuando entra una tercera persona, de forma inconsciente formamos un triángulo. Y, cuando se incorpora una cuarta persona, cada uno se para en una esquina. En caso de que ingrese una quinta, la desafortunada siempre se tiene que situar en ese incómodo centro del ascensor.

A partir de aquí, la cuestión se complica. Las personas que ingresen en ese momento deberán medir la situación apenas se abran las puertas y tomar una decisión inmediata. Una vez dentro, el protocolo para la mayoría es simple: mirar hacia abajo, o al teléfono.

Pero ¿por qué nos comportamos de forma tan extraña en esta caja que sube y baja?
"Por lo general, cuando nos juntamos con otra gente, dejamos entre persona y persona una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores, por eso nos encontramos en una situación muy inusual"
Babette Renneberg, psicóloga clínica de la Universidad Libre de Berlín

"Uno no tiene espacio suficiente", le dice a la BBC Babette Renneberg, psicóloga clínica de la Universidad Libre de Berlín, en Alemania.

"Por lo general, cuando nos juntamos con otra gente, dejamos entre persona y persona una distancia de por lo menos un brazo. Y eso no es posible en la mayoría de los elevadores, por eso nos encontramos en una situación muy inusual. Es poco natural".

En un espacio tan pequeño y encerrado se vuelve vital, dice, actuar en una forma que no pueda ser interpretada como amenazadora, rara o ambigua. La manera más fácil de lograrlo es evitando el contacto visual.

El miedo al encierro

Nick White

White estuvo encerrado 40 horas en un ascensor.

Pero hay algo más.

"En alguna parte de nuestra mente nos sentimos ligeramente ansiosos", dice Nick White, un oficinista de Nueva York que tuvo la mala suerte de quedarse atrapado en un ascensor durante cerca de 40 horas.

"No nos gusta estar encerrados. Queremos salir del elevador lo antes posible porque es un lugar un poco repulsivo".

Durante su agonía, White empezó a pensar en otro espacio encerrado que tenemos escondido en algún lugar de nuestra mente: una tumba.

Sería comprensible que White se negara a subir otra vez a un elevador. Pero si trabajamos en una ciudad y no nos conformamos con un trabajo de recepcionista, ésta no es una alternativa.

"Siempre me acuerdo de lo que pasó cuando me subo a uno", admite. "Es algo sobre lo que tienes muy poco control".

Lee Gray, de la Universidad de Carolina del Norte, concuerda que esta sensación de no tener control sobre algo es la principal causa de ansiedad.

"Te encuentras dentro de una máquina que se mueve y que no controlas. No puedes ver el motor y no sabes cómo funciona", señala.

Medio seguro 

Esta sensación de pasividad y de estar en las manos de una máquina es más intensa en la era de los ascensores "inteligentes", que no tienen botones.

Después de pasar por un control de seguridad o de apretar un botón en un tablero central, los pasajeros se dirigen hacia un ascensor que está programado para detenerse en el piso al que van, sin necesidad de que éste presione ninguna tecla. El sistema está diseñado para reducir el número de paradas innecesarias.

Aunque es un sistema más eficiente, no todo el mundo se siente cómodo con él.

Pese a que generan una cierta dosis de ansiedad, Gray asegura que los ascensores -inteligentes o no- son más seguros que los autos, y mucho más seguros aún que las escaleras mecánicas.

"Es de hecho uno de los medios de transporte más seguros. Si miras a los miles de millones de viajes que hacen al año, verás que hay muy pocos accidentes".

Todos lo sabemos, y por eso seguimos tomándolos a diario, a pesar de que nos hagan sentir un poco nerviosos.

"Aprendimos que podemos subirnos a un ascensor sin correr riesgos", dice Renneberg. "De alguna manera es el triunfo del racionalismo por sobre nuestros instintos más animalísticos".

Quizá la próxima vez que viajemos en uno, podamos reflexionar sobre esta idea.

Eso sí, ni se le ocurra compartirla con sus compañeros de viaje.

Fuente:


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27 de febrero de 2012

Japón pretende construir un ascensor hacia el espacio



La empresa nipona Obayashi Corp, anunció el pasado lunes sus planes para construir un ascensor hacia el espacio. Sí, sí, tal y como suena.

Su objetivo es construir una elevador capaz de transportar pasajeros a una estación espacial situada a 36.000 kilómetros de altura.

Para la realización de este proyecto, la empresa utilizará nanotubos de carbono para producir los cables de este ascensor espacil, ya que este material ofrece mejores características que el tradicional acero.

La idea de estos ascensores espaciales, se ha descrito en varias ocasiones en diferentes novelas de ciencia ficción. Por ejemplo, Arthur C. Clarke ya introdujo esta idea en su novela La fuentes del paraíso en 1978. Charles Sheffield también lo menciona en la novela La telaraña entre los mundos. La compañía Obayashi opina que es posible llevar a la práctica esta idea, gracias a los nanotubos de carbono.

Algunas otras organizaciones, como la U.S. National Aeronautics and Space Administration, también habian estudiado el desarrollo de estos ascensores.

El proyecto de Obayashi describe un cable que se alza hasta una altura de 96.000 kilómetros. Aproximadamente, la cuarta parte de distancia entre la Tierra y la Luna. Un extremo del cable permanece anclado en el suelo, mientras que el otro está equipado con un contrapeso.

La estación terminal albergará laboratorios y una residencia. El diseño de este ascensor permite transportar hasta 30 personas a una velocidad de 200 kilómetros por hora, lo que supone un viaje de siete u ocho días hasta llegar a la estación. Inicialmente está previsto que el ascensor se impulse mediante motores lineales magnéticos.

Para el abastecimiento de energía, se instalarán diferentes paneles solares en la estación.

Según un empleado de esta compañía:

En este momento, no podemos estimar el costo del proyecto. Sin embargo, vamos a tratar de hacer un progreso constante de modo que no se quede en un sueño.

Vía | PopSci

Tomado de Xakata Ciencia

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