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30 de junio de 2010

Tormentas solares: cuando la tecnología nos hace vulnerables

Miércoles, 30 de junio de 2010

Tormentas solares: cuando la tecnología nos hace vulnerables


Póster del próximo congreso sobre National Space Weather en Estados Unidos

La creciente dependencia de los satélites de comunicaciones y de los sistemas de navegación hace a la sociedad moderna especialmente vulnerable a los vaivenes de la meteorología espacial. La infraestructura tecnológica en órbita, lo que algunos llaman la “ciberelectroesfera”, se encuentra expuesta a la radiación y a los flujos de partículas procedentes del Sol. Ahora que comienza un nuevo ciclo de actividad solar, ¿es nuestra tecnología cada vez más propensa a ser azotada por el tiempo del espacio?

Es sabido que las manchas y fulguraciones del Sol pueden tener efectos sobre el clima terrestre o la capa de ozono. Dentro de esta interacción Sol-Tierra, hay un fenómeno que preocupa cada vez más a los tecnólogos: las tormentas solares. Las emisiones coronales de masa, es decir, nubes de partículas cargadas eléctricamente que salen despedidas del Sol, son su principal detonante. Su número e intensidad varía en ciclos de 11 años, cuyo próximo máximo se prevé para final de 2012.

“Durante una tormenta solar, el flujo de partículas de alta energía se incrementa. En pocas horas, se emiten miles de millones de toneladas de partículas cargadas eléctricamente que, en ocasiones, impactan con nuestro planeta”.

Manuel Vázquez, experto en física solar del Instituto de Astrofísica de Canarias

Transportadas por el viento solar, estas partículas dan lugar a perturbaciones geomagnéticas y auroras boreales intensas que son especialmente dañinas para la tecnología espacial, la salud de los astronautas y las grandes redes de distribución de energía eléctrica en tierra. Y tienen suficiente energía para que su impacto pueda romper los enlaces de moléculas tan esenciales para la vida como las del ADN.

La magnetosfera y nuestra propia atmósfera son las principales barreras contra los posibles daños de estas partículas. Pero todas las barreras tienen sus debilidades. La magnetosfera es más vulnerable en latitudes altas, donde se suelen ver las auroras, y el daño de dichas partículas será también mayor a alturas mayores, donde el espesor de la atmósfera es menor. Por ello, su efecto depende no sólo de su intensidad, sino también de la geometría de la nube de partículas con respecto a la Tierra.

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