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30 de enero de 2016

¿Podría conservar recuerdos una cabeza congelada?

El caso de Kim Suozzi, una joven cuya cabeza ha sido criopreservada después de morir, ha desatado una intensa polémica entre científicos. Si un día consiguen reanimarla, ¿conservará sus recuerdos? El debate implica cuestiones fundamentales sobre los límites entre la vida y la muerte.

Fotograma de la película "The Brain That Wouldn't Die" - Foto VP

El 17 de enero de 2013 la joven Kim Suozzi, de 23 años, falleció en su apartamento de Scottsdale, en Arizona, después de dos años de lucha contra un glioblastoma, uno de los tumores más letales. Minutos después, dos enfermeras y un médico introdujeron su cuerpo en una bañera con hielo y lo transportaron hasta las instalaciones centrales de la empresa. Seguidamente los técnicos cambiaron la sangre de Kim por un criopreservante y cortaron su cabeza para introducirla en una cuba metálica donde se conservará en nitrógeno líquido a la espera de que, en un futuro, alguien sea capaz de devolverla a la vida.
Kim pidió ayuda en redes sociales para conservar su cabeza
El caso de Kim conmocionó la opinión pública de EE.UU. después de la joven pidiera ayuda para sufragar los gastos de la preservación en redes sociales. "Congélame, Reddit", rezaba el cartel con el que se retrató y que le sirvió para conseguir el apoyo y el dinero para pagar a la empresa Alcor. Sus últimos días fueron filmados por un equipo de periodistas del diario The New York Times que acaban de publicar un mini documental sobre su caso y han vuelto a poner su historia de actualidad.  Tras leer el reportaje, el neurocientífico Michael Hendricks publicó un durísimo artículo en la revista MIT Technology Review en el que, bajo el título "La falsa ciencia de la criónica", atacaba a los gurús del transhumanismo que jalean este tipo de prácticas y argumentaba la falta de fundamentos científicos de la criopreservación de tejidos. "Nadie que haya vivido la experiencia de perder a un ser querido dejará de simpatizar con alguien que paga 80000 dólares para congelar su cerebro", escribía Hendricks. "Pero la reanimación o la simulación es una forma miserable de dar falsas esperanzas que va más allá de lo que puede prometer la tecnología y resulta imposible con el tejido congelado y muerto que ofrece la industria 'criónica'". "Aquellos que se benefician de esta esperanza", remataba, "merecen nuestra ira y desprecio".



Los reproches de Hendricks se centraban básicamente en dos aspectos: en la afirmación de algunos transhumanistas de que nuestros pensamientos y consciencia no son más que una serie de datos que podrían trasladarse incluso a un soporte físico y contra el uso de la 'conectómica' como argumento para defender que cuando una persona crionizada despierte en el futuro seguirá siendo ella misma. El neurocientífico negaba que un mapa detallado de las conexiones neuronales (el llamado conectoma) sea suficiente para restaurar la mente de una persona con sus recuerdos y su personalidad, y citaba sus investigaciones con el gusano nemátodo C. elegans, uno de los animales más estudiados y mejor descritos en biología. "Conocemos con detalle la identidad y todas las conexiones de sus 302 neuronas", explicaba Hendricks. "Si se pudiera cargar o simular un cerebro, ése sería el de C. elegans", insistía, "pero incluso con el conectoma en la mano, un modelo estático de la red de conexiones carece de la información necesaria para simular la mente del gusano. En resumen, la actividad neuronal no puede ser inferida de la neuroanatomía sináptica".
La criónica es una forma miserable de dar falsas esperanzas, asegura Hendricks
Las afirmaciones de Hendricks provocaron la reacción y respuesta de un equipo de investigadores que trabajan precisamente con C. elegans y entre los que se encuentra el español Ramón Risco, líder del grupo de investigación de la Universidad de Sevilla Cryobiotech. "Ante las afirmaciones de Hendricks hablando de la falsa ciencia de la criónica", explica a Next, "decidimos escribir un artículo respuesta bajo el título 'La ciencia alrededor de la criónica'". En este escrito, Risco y sus compañeros sostienen que "hay mucho más en la mente que la mera conexión sináptica entre las neuronas" e insisten en que sí que existen "pruebas que apoyan la posibilidad de que las características del cerebro que codifican los recuerdos y determinan el comportamiento pueden conservarse durante y después de la criopreservación".

"Lo que nos resultó más chocante", relata Risco, "fue que Hendricks citara el gusano C. elegans, cuando nuestro equipo ha demostrado precisamente que conserva los recuerdos después de congelarlo y descongelarlo". En el experimento realizado hace unos meses por Natasha Vita-More y Daniel Barranco, los científicos condicionaron a un grupo de nemátodos para que identificaran el olor característico de la butanona (un olor a cereza amarga como el de las piruletas) con la presencia de comida. A continuación, criopreservaron a los gusanos con la técnica de vitrificación - la misma que se emplea en criónica- y comprobaron que al revivirlos, los animales seguían conservando el recuerdo y acudían a la comida ante la presencia del olor. "Ponías solamente el odorante, sin comida, y se iban derechos a la butanona", explica Risco. "Es evidente que conservan el recuerdo".



Pero, ¿cuánto dura un recuerdo?

El artículo completo en: Vox Populi
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