Después de meditar, tu cerebro no es el mismo.
La demostración más
poderosa de que es así la presentó en 2011 Sara Lazar, investigadora del
Hospital General de Massachusetts (EE UU). Usando resonancia magnética
para escanear la cabeza de 16 pacientes, Lazar demostró que bastaban
ocho semanas practicando media hora de meditación mindfulness al día para aumentar la densidad de la materia gris en el hipocampo, un área con forma de caballito de mar asociada al aprendizaje y al estrés.
La materia gris también crecía en áreas cerebrales asociadas a la
autoconciencia, la compasión y la introspección, a la vez que disminuía
en la amígdala, una estructura con forma de almendra con un papel clave
en la ansiedad y el estrés. Estos cambios cerebrales explicarían por qué
la meditación con atención plena, actualmente tan en boga, es sumamente eficaz para combatir el estrés.
Pero el tan mentado mindfulness no es tan positivo como parece, ampliaremso en nuevo post.