Una investigación japonesa ha creado células germinales humanas a partir de sangre de mujer, de modo que quienes tengan útero podrán reproducirse sin necesidad de un varón.
«En lugar de en una cama, en el asiento trasero de un coche o bajo un letrero de no pisar la hierba,
los niños serán concebidos en clínicas». El deseo y el sudor
sustituidos por la frialdad del laboratorio y las batas blancas. Así ve
un futuro no tan lejano Henry T. Greely, profesor de Derecho de la Universidad de Stanford, experto en bioética y autor del libro The End of Sex and the Future of Human Reproduction (2016).
¿El fin del sexo con fines reproductivos? Probablemente, sí.
El polémico caso del científico chino He Jiankui
y sus presuntos bebés modificados genéticamente ha vuelto a poner sobre
la mesa el estado de estas prácticas en todo el mundo. Aunque haya
detenido sus experimentos, todavía en entredicho, la noticia ha
coincidido en el tiempo con la intención del gobierno japónés de
aprobar, a principios de 2019, un borrador de ley elaborado por
expertos que no sólo permitirá la edición genética en embriones con
fines científicos (no destinados a la reproducción), sino que la
incentivará.
Japón no pretende seguir los pasos de China, Reino Unido y EEUU,
países en los que está permitida la manipulación genética de embriones
con fines científicos, previa autorización por parte de diversos
comités, sino adelantarlos por la derecha. Si finalmente sale adelante
en el parlamento japonés, la ley plantea que los investigadores
no necesitarán la aprobación gubernamental para llevar a cabo
modificaciones en el ADN embrionario.
La polvareda mediática por el caso Jiankui ha eclipsado otra
investigación, también japonesa, que plantea una revolución en la
reproducción asistida que evita la edición genética. El avance,
publicado en la revista Science en septiembre, lo ha realizado un equipo liderado por el biólogo Mitinori Saitou,
que ha conseguido crear células germinales humanas, el estadio anterior
a un óvulo, a partir de células de la sangre de una mujer.
Todavía no se ha llegado a obtener un óvulo maduro, preparado
para ser fertilizado in vitro, pero hay otros ensayos clínicos con
ratones que sí han logrado células reproductoras completas. El resultado es una adorable camada de pequeños ratoncitos provenientes de células de la cola de dos ratones adultos.
Lo que plantea la gametogénesis in vitro, que así se llama el proceso,
es llevar la magia de la reproducción a una placa de Petri sin donación
de óvulos ni de esperma.
Uno de los escenarios más extremos, si finalmente la gametogénesis in vitro llega a convertirse en una realidad, es el de un planeta en el que el hombre ya no sea necesario para la reproducción.
Si ambos gametos, masculino y femenino, pueden ser obtenidos a partir
de células de la piel o de la sangre, el género masculino en su
totalidad sería prescindible. Lo que sigue siendo indispensable para la
reproducción humana es la implantación del embrión y el útero de la
mujer... de momento. Un útero artificial para ayudar al desarrollo de
niños prematuros ya es una realidad, ¿llegará el día en que pueda gestar
un embrión desde el principio? «Es posible», señala Henry T. Greely,
«aunque yo diría que es una hipótesis lejana en el tiempo. Este órgano
externo podría crearse a partir de células madre y estar conectado a
máquinas que le proporcionen oxígeno, nutrientes y sangre con los
niveles correctos de hormonas».
Greely lleva años estudiando las posibles alteraciones sociales,
legales y éticas de unos avances de semejante magnitud. Lo primero es
tener un marco temporal: «Yo diría que pasarán entre 15 y 30 años antes
de que se apruebe su uso clínico, ya que garantizar que el proceso sea
seguro para los bebés resultantes requerirá un estudio sustancial».
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