Durante mucho tiempo, la historiadora y fitomántica Maritza Villavicencio se anduvo cuestionando sobre el porvenir de las mujeres. “En el mundo –dice ella– se advierte la soterrada eliminación del sexo femenino”. Se refiere a lo que ocurre, por ejemplo, en el continente asiático, en el que el número de mujeres se reduce por millones (114 millones en el 2014) a causa del feticidio femenino –“La vida de las mujeres es tan dura en la India, Pakistán y China, y desventajosa económicamente para las familias que el aborto masivo de futuras niñas es una alternativa”–; o en Occidente, donde el modelo femenino de extrema delgadez impuesto por la moda y la industria del cine ha originado la pandemia de la anorexia. “Estos desórdenes alimenticios –advierte Maritza– atacan al 3% de la población mundial adolescente, siendo el 90% del sexo femenino”.
En el Perú,
según ella, ocurre todo lo contrario. “Aquí las mujeres apuestan por la
vida y la maternidad, y yo creo que el sustento de esta apuesta está
enraizado en la memoria de las culturas milenarias del antiguo Perú. ¿La
clave? La capacidad reproductiva y nutricia del cuerpo femenino fue
sacralizada, el panteón religioso andino costeño y amazónico estuvo
–está– poblado de diosas y, en consecuencia, con esa cosmovisión las
mujeres estuvieron empoderadas en sus sociedades”.
Por eso, ella
inició una investigación que finalmente ha quedado plasmada en el libro
“Mujer, poder y alimentación en el antiguo Perú”.
—¿Qué es lo que la historia ha escondido sobre el papel que cumplieron nuestras antepasadas?
La historiografía y la enseñanza de la historia en las escuelas, así como su omisión en las universidades, han desvirtuado y ocultado el rol que realmente cumplieron las mujeres en el antiguo Perú. Lo poco que se ha escrito y enseñado sobre nuestras antepasadas son falsedades y falacias. Claro que hay excepciones como los caminos que abrieron la arqueóloga Rebeca Carrión Cachot y la historiadora María Rostworowski, pero la historia de las mujeres tal cual fuimos, tal cual fueron nuestras pasadas sociedades, aún está por escribirse.
La historiografía y la enseñanza de la historia en las escuelas, así como su omisión en las universidades, han desvirtuado y ocultado el rol que realmente cumplieron las mujeres en el antiguo Perú. Lo poco que se ha escrito y enseñado sobre nuestras antepasadas son falsedades y falacias. Claro que hay excepciones como los caminos que abrieron la arqueóloga Rebeca Carrión Cachot y la historiadora María Rostworowski, pero la historia de las mujeres tal cual fuimos, tal cual fueron nuestras pasadas sociedades, aún está por escribirse.
—¿Por qué hemos tenido que esperar tanto para saber lo que pasó?
La influencia de teorías occidentales, la proyección del presente con inequidad de género, con mujeres secundarizadas y sin poder, se proyecta sin más al pasado y condiciona la mirada de académicos y científicos. Por ejemplo, en la huaca Huallamarca de San Isidro, Lima, desde la década del 50 del siglo XX se han encontrado tumbas y fardos de mujeres. ¿Quién lo sabe? ¿Quién estudia las más de 150 momias encontradas? Y, ojo, no se trata de añadir mujeres a la historia hecha, sino de reformular completamente el conocimiento de nuestra totalidad cultural.
La influencia de teorías occidentales, la proyección del presente con inequidad de género, con mujeres secundarizadas y sin poder, se proyecta sin más al pasado y condiciona la mirada de académicos y científicos. Por ejemplo, en la huaca Huallamarca de San Isidro, Lima, desde la década del 50 del siglo XX se han encontrado tumbas y fardos de mujeres. ¿Quién lo sabe? ¿Quién estudia las más de 150 momias encontradas? Y, ojo, no se trata de añadir mujeres a la historia hecha, sino de reformular completamente el conocimiento de nuestra totalidad cultural.
—¿Qué debemos aprender de nuestras antepasadas?
Rescato cuatro aspectos. Uno: ellas delimitaron bastante bien las actividades que les conferían posicionamiento y poder: la reproducción, la taumaturgia, la textilería estatal y la alimentación ritual. Dos: tuvieron estructuras organizadas y jerarquizadas de manera exclusivamente femeninas. Tres: las waris e incas asumieron la administración y el gobierno local y regional. Cuatro: los fueros femeninos y masculinos tanto en el poder central como regional estuvieron claramente delimitados.
Rescato cuatro aspectos. Uno: ellas delimitaron bastante bien las actividades que les conferían posicionamiento y poder: la reproducción, la taumaturgia, la textilería estatal y la alimentación ritual. Dos: tuvieron estructuras organizadas y jerarquizadas de manera exclusivamente femeninas. Tres: las waris e incas asumieron la administración y el gobierno local y regional. Cuatro: los fueros femeninos y masculinos tanto en el poder central como regional estuvieron claramente delimitados.
El artículo completo en: El Comercio (Perú)