La alergia al polen suena a una
enfermedad ancestral. Pero, de hecho, hace dos siglos nadie había oído
escuchar de ella. Tomó el esfuerzo de un hombre, quien la sufrió en
carne propia, para convencer al mundo médico de lo que estaba
sucediendo.
En 1819, a los 46 años, Bostock presentó un estudio a la Sociedad Médica y Quirúrgica llamado "Caso de enfermedad periódica en los ojos y el pecho". En él describía a un paciente llamado "JB", un hombre "de hábitos repuestos y bastante delicados". Se trataba de un artículo sobre él.
Bostock presentó los síntomas que todavía hoy en día afectan a quienes sufren de alergia al polen -o rinitis alérgica- y algunos de los tratamientos que había intentado para aliviar su agonía.
Estos incluían desangrados, baños de agua fría, tomar opio e inducirse el vómito. Nada había funcionado.
"Bostock era lo que llamaría un 'caballero científico'. Su motivación era muy personal", señala Max Jackson, profesor de historia de la medicina de la universidad de Exeter.
"Había un deseo para encontrar una cura, pero también la necesidad de esparcir el conocimiento de lo que estaba sufriendo. Es por estas razones que Bostock nos dio una descripción muy clara de lo que estaba pasando".
Bostock intentó ampliar su base de investigación, y para ello pasó los siguientes nueve años buscando a otras víctimas de la afección. Sorprendentemente, considerando la prevalencia actual de esta enfermedad, este científico sólo encontró 28 casos relevantes para su trabajo.
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BBC Ciencia